19 marzo, 2024

Hoy traemos a Caminando por la Historia, uno de los emperadores romanos del siglo IV más estudiados. De sus escasos tres años como emperador (360-363), de los cuales menos de dos fueron en solitario, hay que destacar la vuelta del paganismo como religión oficial del Imperio por última vez. Son muchos los autores que incluyen entre las principales causas de la caída del Imperio Romano de Occidente, la instauración del cristianismo en cúpula Imperial desplazando al paganismo, de ahí la importancia que se le ha dado continuamente a Juliano “el Apóstata”.

Su educación pagana.

No se conoce a ciencia cierta su día de nacimiento, si la ciudad, Constantinopla. Sus primeros años de vida fueron enormemente confusos, su padre Julio Constancio, hermanastro del emperador Constantino I, debió de sufrir diversas persecuciones, hasta su asesinato en el año 337. Aquellos días bajo las órdenes del entonces emperador Constancio II fueron ejecutados todos los miembros de la familia Constantiniana, con la excepción del joven Juliano, que debía tener unos 6 años, y su hermano Constancio Galo, a lo sumo cinco años mayor que nuestro protagonista.

Ambos son apartados de los centros del poder del Imperio, y enviados en primera instancia a Macellum en la Capadocia. Allí el joven Juliano recibió una educación dual, por un lado, se le obligaba a participar en las misas y a leer las Sagradas Escrituras, mientras por otro, era instruido por el eunuco Mardonio en los clásicos griegos de Homero y Hesiodo, la misma educación que había recibido con anterioridad Basilina, la madre de Juliano.

Para seguir con su educación fue enviado a la capital oriental, por aquellos entonces la recién nacida y bulliciosa ciudad de Constantinopla. Es difícil conocer la situación en la que Juliano contacto con las enseñanzas del más destacado retórico del momento, Libanio. Al parecer, su primo el emperador Constancio II, le tenía prohibido asistir a las clases de este, ya que era un declarado pagano que obligaba a sus alumnos a estudiar en griego, y además solía ejercer el mayor desprecio por los vulgares cristianos. Es de suponer que a través de libros o contactando con discípulos de Libanio, adquirió las enseñanzas que le acompañarían el resto de sus días, no hay más que ver sus obras para comprobar la gran semejanza entre Libanio y Juliano.

El siguiente destino del futuro emperador fue la decadente ciudad de Atenas. Donde Juliano encontró la pieza que le faltaba al puzle de su educación pagana. La Academia de Atenas era la más gloriosa escuela de la Antigüedad, que a pesar de pasar por sus momentos más bajos mostraba orgullosa el legado que en ella habían dejado los más destacados filósofos helenistas. Allí completó su educación en retórica, elocuencia o gramática, al lado de destacados personajes como Basilio, un cristiano que será uno de los fundadores de la Iglesia Ortodoxa griega. Allí también, recibió la llamada de Constancio para ponerse al frente de la expedición a las Galias, posiblemente pensando que con su escasa formación militar sería motivo suficiente para negarle la herencia imperial.

La Escuela de Atenas, según Rafael (1510)
La Escuela de Atenas, según Rafael (1510)

Juliano convertido en César.

Era el año 355 y Juliano, que solo tenía 24 años, partió hacia las Galias ocultando su paganismo, y asistiendo a las celebraciones cristianas con gran entusiasmo. Su primera victoria llegó cerca de la ciudad de Argentotarum, donde derrotó a los bárbaros germanos que había acometido una de sus habituales incursiones en territorio imperial. Tras la victoria se dirigió hacia una pequeña población situada en una isla de la Cité, en el rio Sena, y a la que se entraba a través de dos puentes de madera, su nombre Lutetia Parisiorum, hoy conocida como Paris. Desde allí realizó, según lo relatado por el mismo, hasta tres incursiones cruzando el rio Rin en zona germana, sometiendo a distintas poblaciones y capturando numerosos esclavos.

Su poder creció de forma constante. Sus hombres que lo llamaban “el pequeño griego” lo apoyaron rápidamente, posiblemente la masacre a la que sobrevivió de niño marco su carácter despiadado y decidido, cualidades necesarias para convertirse en líder de las tropas romanas. Se dejó crecer la barba, algo poco habitual entre los miembros más destacados de la familia imperial Constatiniana, posiblemente con el fin de imitar a Marco Aurelio, del que declaró que fue el mejor filósofo y emperador que había conocido el Imperio. Aunque visto sus bustos, bien pudiéramos creer que intentaba parecerse a los desgarbados filósofos.

Grabado de Juliano el Apostata
Grabado de Juliano el Apóstata

El gran poder que comenzaba a atesorar entre sus tropas Juliano, fue el motivo de que el emperador Constancio desde la otra punta del Imperio decidiera mandar un emisario con la petición de hombres, para luchar en la frontera de los persas sasánidas. Los legionarios galos deciden hacer oídos sordos a tal petición, y como respuesta proclaman emperador a Juliano. La enésima guerra civil se pone en marcha en el Imperio. El emisario volvió con malas noticias a la frontera persa. Ocho meses después de la proclamación de Juliano, y tras varios intentos de reconciliación, mientras Constancio iniciaba el camino de vuelta, la muerte le encontró, no sin antes proclamar a Juliano como su heredero legítimo.

La religión pagana del nuevo emperador.

Nada más morir Constancio, el nuevo emperador revela su verdad religiosa, dando las gracias a todos los dioses paganos. Aunque posiblemente dicha declaración no hiciera falta, es conocida la inclinación pagana entre los soldados de la parte más occidental del Imperio, una posible explicación de su apoyo. Es difícil conocer en profundidad el calado que tuvieron las medidas impuestas por Juliano para revertir la importancia del cristianismo, y reverdecer la antigua y tradicional religión pagana del Imperio, en definitiva, solo se mantuvo dos años al frente del mismo.

Proclamación Imperial de Juliano en Cluny
Proclamación Imperial de Juliano en Cluny

Al menos al principio sus políticas no se encaminaron a la erradicación del cristianismo, del que había aprendido muchas cosas, como pronto quedó demostrado al copiar de este su estructura jerárquica, sus buenas costumbres, y en especial la caridad al abrir nuevos centros de beneficencia. Pero debió ser un espejismo, su evocación al Dios Sol, el mismo que había introducido unas décadas antes Aureliano en el Imperio, era una declaración de intenciones. Acto seguido inició la labor de reparación y obertura de los templos paganos, las ciudades se comenzaron a llenar de oráculos, y las practicas adivinatorias volvieron a las calles, sin olvidar los sacrificios de animales, de los cuales el nuevo emperador era un ferviente practicante.

Luego comenzaron las promesas, ofreciendo grandes ventajas a los cristianos que renunciaran a su religión, hecho que evidentemente genero un gran número de abjuraciones públicas. Los que no atendían a las “sugerencias” eran expulsados de los puestos de la administración o del ejército. Pero lo que demuestra la inteligente apuesta de Juliano para acabar con el cristianismo es su Edicto sobre la Enseñanza. Desde ese día solo podían ejercer como profesores, los que siguieran la opinión del estado, estos eran elegidos por las ciudades como servicio público, pero debían ser ratificados por la firma del emperador. Es evidente que todos los profesores serian paganos, y los cristianos se encuentran con una nueva disyuntiva; si envían a sus hijos a la escuela se convertirían en paganos, sino los enviaban no podrían acceder a los puestos importantes de la sociedad.

La muerte de Juliano el Apóstata

El apelativo puesto por los cristianos cada vez se hacía más realidad. El odio que comenzaba a atesorar en su interior Juliano hacía los cristianos se hacía evidente en sus propios escritos. Los hechos a los que nos remitimos tuvieron lugar en la ciudad siria de Antioquia, donde el emperador realizó una parada en el camino hacia la frontera persa, donde Juliano esperaba coronarse como el nuevo Alejandro Magno y de paso reverdecer las antiguas conquistas de Trajano. Al llegar a la misma comprobó que el cristianismo de dicha provincia difícilmente iba a ser erradicado, pese a lo cual, cita en el Templo de Apolo en los exteriores de la ciudad a sus ciudadanos para una ceremonia pagana, al llegar solo había un sacerdote que le esperaban con un triste ganso.

No debió ser fácil salir de la ciudad humillado, pero la empresa que tenía delante merecía una rápida recuperación. Según Amiano, el emperador dirigía el ejército más numeroso que se había visto en muchos años, con el propósito de conquistar Persia. Los motivos de dicha conquista, ante la falta de ataques persas en aquellos años, lo podemos buscar en la necesidad de Juliano de mostrar que sus dioses eran más poderosos que el de los cristianos, ya que las ultimas batallas romanas habían concluido con derrotas ante los persas. Esta no iba ser diferente.

La campaña persa de Juliano el apostata.
La campaña persa de Juliano el Apóstata.

El ejército romano avanzó rápidamente y en un mes se situaba en los exteriores de Ctesifonte. Pero a partir de ese punto comenzaron los problemas, los persas comenzaron con la clásica táctica de “tierra quemada”, incluso destruían las presas con tal de que los romanos no tuvieran ni agua. Comenzaron las escaramuzadas y en una de ellas encontró la muerte Juliano tras ser alcanzado por una lanza. Pese a que sus hombres lo llevaron de vuelta al campamento murió unas horas después. Es un misterio el propietario de dicha lanza, es fácil especular con que fue uno un romano y cristiano, pero tampoco podemos descartar que fuera un enemigo persa. Su sucesor Joviano que viajaba con el propio Juliano dio marcha atrás, volvió a Constantinopla donde promulgó un edicto de persecución contra los paganos. Ocho meses después que nuestro protagonista, el nuevo emperador encontraba la muerte. Pero lo cierto, es que la última esperanza de un Imperio pagano se había desvanecido para siempre.

Lecturas recomendadas:

Mas info:

Historia Antigua II, historia de Roma, Pilar Fernadez y Javier Cabrero, Ed. Uned, 2014.

La caída del Imperio Romano, Adrian Goldswhorty, Ed. La esfera de los libros, 2009

Historia del Imperio Bizantino, Alexander A. Vasilliev, Ed. Joaquín Gil, 1946.

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