19 marzo, 2024

El siglo V d. C. es un siglo de profundos cambios en Europa occidental. El Imperio romano desaparece del tablero de juego, dejando a sus provincias occidentales en manos de los pueblos bárbaros. En Caminando por la Historia hemos tocado el tema en numerosas ocasiones para hablar de los sucesos en la Península Ibérica, pero en muy pocas veces nos hemos aventurado a hablar de los sucesos de las islas británicas. Hoy con El druida de Steven A. Mckay como telón fondo vamos a acercamos a ese oscuro siglo, oscuro por la falta de fuentes, pero apasionante para cualquier amante de la historia.

Una historia, la de Hispania y la de Britania, que grandes rasgos cuenta con grandes similitudes cuando desaparecen los romanos. La romanización había sido mayor de sur a norte en las dos provincias. Aunque más claramente en Britania, donde Roma no pudo conquistar los pueblos del norte y decidieron la construcción de dos muros. El de Antonino al norte y el más conocido y verdadera frontera del imperio un poco más al sur, el muro de Adriano. Al otro lado de los muros quedaron inmersos pueblos que mantuvieron sus tradiciones más ancestrales, que acabaran conformado con su presencia la sociedad post romana.

A partir del año 410, Roma se empieza a convertir en recuerdo para los habitantes de las islas británicas. Es evidente que su forma de vida no cambió en exceso, pero donde los cambios fueron irrefutables fue en su sistema económico y político. Roma ya no podía gestionar el vasto Imperio, y va dejando a sus hijos huérfanos del poder protector. Con la Galia arrasada por los pueblos germanos, Britania quedaba muy lejos. Son los poderes romanos los que se retiran, desaparece la circulación de monedas y los impuestos dejan de viajar a la capital imperial.

Invasión germana de Britania
Invasión germana de Britania

Fue la oportunidad para que emergieran nuevas comunidades independientes que comienzan a hacer la guerra por su cuenta. Ahora los impuestos los recauda estos nuevos poderes que acabaran conformando los nuevos reinos. Estos reinos que entrarán en clara disputa y que solo se unirán para luchar contra el nuevo invasor; sajones, jutos y anglos, todos ellos pueblos germánicos que eligen las islas británicas como destino.

El contexto histórico de El Druida.

Steven A. Mckay es un prolífero escritor de novela histórica afincado en las cercanías de la capital escocesa, Glasgow. Apasionado por la Edad Media, con El Druida se ha aproximado por primera vez al oscuro e inquietante siglo V.

Steven A. Mckay
Steven A. Mckay

El escritor escocés ha situado su historia en la génesis del Reino de Strathclyde, un reino medieval que se gestó en medio de los muros de Adriano y Antonino. A mediados de dicho siglo V, ya aparece consagrado en las fuentes, principalmente irlandesas, en torno al actual río Clyde, es decir el que pasa por Glasgow. Su origen se atribuye al pueblo prerromano de los Damnonii, un pueblo que Estrabón, el geógrafo griego en torno al siglo II d. C., ya nos lo presentó asentado en dicho lugar.

Alt Clut, lugar de origen de la historia de El druida.
Alt Clut, lugar de origen de la historia de El druida.

En el año 430, Catia, una niña de ocho años, hija del rey de los Damnonii, Carotico, es secuestrada por un grupo de sajones. Bellicus, el druida de la población es el encargado de perseguir a los sajones para rescatar a la princesa Catia. Con este sencillo argumento Steven A. Mckay, nos lleva a un más que interesante viaje por la Britania del siglo V.

Comenzar destacando que, el pueblo sajón es uno más de los pueblos germánicos, situado geográficamente en el norte de la actual Alemania y sur de la Península de Jutlandia. Su llegada a Britania se produce durante un largo periodo histórico que abarcaría los siglos V y VI d.C. Un aspecto que refleja fielmente la novela, ya que el contingente que secuestra a la niña denota su reciente instalación en la costa oriental de Britania, actuando como avanzadilla de la gran invasión sajona.

Sin duda el mayor acierto de esta novela histórica es la magnífica ambientación de la misma. Ciudades romanas más pobladas al sur que al norte. Decenas de pequeños poblados donde se han mantenido presentes las antiguas costumbres de los pueblos prerromanos. Deterioradas y peligrosas calzadas romanas abandonadas de mantenimiento en los últimos siglos de dominación romana de la isla. O como los grandes fuertes romanos anexados al muro de Adriano han sido abandonados.

Destacar que hay un elemento constructivo que el autor utiliza magníficamente para ambientar la novela histórica. “La casa larga”, es el hogar de los dirigentes de las comunidades, los pequeños reyezuelos que van naciendo en la isla. Una gran casa donde reyes y nobles invita a los más destacados personajes para ir ganándose adeptos. Allí corren las viandas, la cerveza y el hidromiel. Esa forma constructiva es anterior a los castillos medievales y muy habitual en los pueblos del norte de Europa, sin ir más lejos entre los vikingos ha sido conocida como “enclaves centrales”.

Casas de los vikingos, denominadas "enclaves centrales".
Casas de los vikingos, denominadas «enclaves centrales».

Los personajes de El Druida.

El fenómeno del druidismo ha sido descrito históricamente desde los antiguos griegos a los romanos. Personajes históricos como Aristóteles, Julio César o Plinio “el viejo” nos hablaron de los druidas. A pesar de ello, su figura camina ineludiblemente por la delgada línea que separa la historia de las leyendas. La falta de escritura entre los pueblos celtas es la principal causa de esto. Destacar que fueron perseguidos tanto por los romanos, como posteriormente por los primeros reinos cristianos. Un aspecto que denota el gran poder que llegaron a adquirir.

Un druida es un sacerdote del mundo celta. Sacerdotes a los que se le atribuyen diversas funciones dentro de la comunidad: dirigían las ceremonias religiosas siendo los encargados de los sacrificios, impartían justicia, y tenían competencia para la educación de los menores o para ayudar a los dirigentes políticos. Dotados de gran sabiduría eran los encargados de trasmitir las tradiciones y las creencias, e incluso amenizar las celebraciones de la “casa larga”, contando historias antiguas o entonado canciones que loaban a los dioses y guerreros.

En esta novela de Steven A. Mckay el principal protagonista es Bellicus. El druida al servicio del rey Carotico. Un protagonista que debo confesar que al principio puede llegar a abrumarte, al menos a mí me sucedió. Además de la demostración de que Bellicus poseía todas las actitudes antes referidas a los druidas, el autor le dota de otra serie de poderes. Desde su enorme altura lo domina todo, es joven, inteligente, magnífico guerrero, y al parecer incluso con gran éxito con las mujeres. Si al principio te sucede lo mismo, no le cojas manía, ya que el autor hace con él una magnífica labor de humanización.

A parte del omnipresente druida, una serie de personajes secundarios desfilan por la novela. Destacar los sajones Horsa y Aldred, la eterna dicotomía del bien y el mal, tan presente y necesaria en la literatura. Duro, un centurión romano muy especial que encarna magistralmente la decadencia del Imperio Romano y principal encargado de volver humano al druida. Narina la reina y esposa de Carotico, su infidelidad sobrevuela por los rincones de todos los episodios. Catia, una niña de ocho años, valiente y triste personaje que nos lleva a recorrer Britania, para salvarla de los sajones. Por último, destacar el papel de Cai y Eolas, los dos canes del druida que le acompañaran a la gran aventura.

Los personajes “históricos” que pasan por las páginas de El Druida hay que entrecomillarlos a todos. Carotico, el rey de los Damnonii aparece en las fuentes de los reinos cristianos que heredan la Britania Romana, aun así, desconocemos el periodo donde reinó. Los otros dos personajes son más célebres, pero también más legendarios. Arturo y Merlín comparten una parte del camino con Bellicus. Dos personajes que nacen en el medievo británico para poner luz al oscuro siglo V. Los héroes legendarios que todo pueblo necesita.

El rey Arturo.
El rey Arturo.

Epílogo.

Aunque ya lo he comentado, quiero volver a refrendar que lo mejor de esta novela histórica es su ambientación. El viaje es de norte a sur. En el norte los pictos amenazan a los pueblos que han sido aliados de Roma. Unos pueblos que, sin ser sometidos al poder romano, sí se convierten en un necesario tapón de los que Roma denominó barbaros. A cambio mantuvieron gran parte de sus costumbres que son las que se reflejan en el pueblo de los Damnonii. Un druida seguía siendo un personaje respetado y temido por sus supuestos poderes ancestrales.

De camino al sur Bellicus va entrando en un territorio más hostil para él. El cristianismo se ha instalado entre la Britania romanizada para convertirse en el mayor enemigo de los druidas. Allí ya no respetan su paso de igual forma que en el norte, haciéndolo más vulnerable.

El Stonehenge en un grabado de 1645
El Stonehenge en un grabado de 1645

Para el final, Steven A. Mckay nos guarda el mejor de los escenarios. El circulo de piedras de Stonehenge, es sin lugar a dudas uno de los principales monumentos de las islas británicas. Un lugar mágico se mire por donde se mire. Construido hace casi 5000 años, fascinó a los hombres y mujeres del siglo V d. C., de la misma forma que hoy fascina a los hombres y mujeres del siglo XXI. Descomunales piedras de decenas de toneladas levantadas por los hombres del neolítico. Hoy día se ha elegido como explicación que ejercía como observador astronómico para predecir los cambios de estación. No voy a entrar a discutirlo, pero siempre me he imaginado a un gran druida ejerciendo de maestro de obras.

El Druida en Historioteca
El Druida en Historioteca

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