16 abril, 2024

Año 451. Sobre la colina el magister militum del Imperio de Occidente y su joven tribuno observan como el ejército huno huye del combate. En medio, protegido por sus hombres, se vislumbra la figura de Atila el del caudillo de los hunos. El hombre que había puesto contra las cuerdas a los dos imperios romanos, al de oriente y al de occidente, huía por primera vez. Era una oportunidad única, si se le cerraban la retaguardia, la superioridad del ejercito romano y sus colaboradores podrían fácilmente acabar con la vida del bárbaro.

Su fiel tribuno le exhortó a lanzar el ataque. El magister militum se dio la vuelta y miró el panorama que había quedado a su espalda. Decenas de miles de muertos inundaban la llanura. Entre ellos destacaba la presencia del rey visigodo Teodorico I. Su muerte podía convulsionar la relación entre visigodos y romanos. Esa fue la excusa para no perseguir a Atila. La realidad era muy diferente. Flavio Aecio, el magister militum de occidente sabía perfectamente que, su destino y el de Atila estaban inexorablemente unidos por los invisibles hilos de la dependencia.

Atila y Flavio Aecio y sus inseparables destinos.

Flavio Aecio era mucho más que el líder militar del Imperio Romano de occidente, ante un inoperante emperador Valentiniano III, todas las decisiones políticas del Imperio pasaban por sus manos. Desde hacía más de dos décadas ocupaba tan destacado puesto. Un puesto, que, por cierto, no le desearíamos ni a nuestro peor enemigo.

Valentiniano III, junto a su hermana y su madre Gala Placidia
Valentiniano III, junto a su hermana y su madre Gala Placidia

El Imperio romano era una sombra de lo que había sido. Dividido en dos partes que solo se ayudaban en caso de extrema necesidad, e incluso a veces ni eso. Flavio Aecio tuvo que dirigir un Imperio de Occidente totalmente desmembrado y con sus provincias arrasadas. Britania, ya solo estaba en el recuerdo. De Hispania solo quedaba bajo designo imperial la provincia de la Tarraconense, el resto estaba en manos de los pueblos barbaros. Pueblos que también se habían asentado en el norte y sur de la Galia. Las ricas provincias africanas se hallaban bajo el poder de los vándalos. A Rávena la nueva capital romana no llegaba la recaudación imperial. Roma, la otrora capital era un fácil un fácil destino para los invasores.

Mientras, el oponente de Flavio Aecio estaba en la cúspide de su poder. Atila se había hecho con el caudillaje de todas las tribus hunas, tras asesinar a su tío Rua y pocos años después a su hermano Bleda. Sus arcas estaban repletas tras los múltiples saqueos al imperio, y la constante llegada de los pagos del Imperio Oriental. Estos le temían, ya que habían comprobado como los hunos eran capaces de vencer a sus ejércitos y plantarse en las puertas de la capital Constantinopla.

Pero aquella victoria de Flavio Aecio sobre Atila en la Batalla de los Campos Cataláunicos cambió el destino de ambos contendientes.

El Salvador del imperio, Flavio Aecio.

 

Sin duda, para mí, el siglo V es el más apasionante de la historia. De ahí que en el mismo instante que vi que la Editorial Almuzara llevaba a las librerías la última obra de José Luis Sánchez Iglesias, El Salvador del Imperio, Flavio Aecio me lancé a por ella. Su lectura ha superado mis expectativas. Pensaba encontrar una biografía novelada de la vida de Flavio Aecio, que también está. Pero además he encontrado una perfecta radiografía de la década que cambio para siempre el destino de Europa.

José Luis Sánchez Iglesias es un salmantino doctorado en Historia Medieval por la Universidad de su ciudad. Ha escrito destacados ensayos sobre la Historia de Salamanca y varias novelas ambientadas en la misma ciudad. En una de sus últimas novelas, Bajo la garra de las águilas, nos relató la segunda de las guerras que enfrentó celtiberos y romanos. Ahora ha dado un paso más allá, para de una forma novelada dar su visión histórica de los hechos que ocasionaron la caída del poderoso imperio. En definitiva, la injusta muerte de Flavio Aecio, precipitó el final del Imperio Romano de Occidente.

Los escenarios de El salvador del Imperio, Flavio Aecio.

José Luis Sánchez Iglesias nos invita a viajar por todo el mediterráneo para presentarnos los principales escenarios de la historia del siglo V. La novela parte desde Cartago, una de las capitales africanas del Imperio, puerto clave y principal granero del Imperio Romano. Tras ella visita Rávena, la pequeña y embellecida ciudad del Adriático elegida capital imperial por Honorio, gracias a su fácil defensa al estar rodeadas de pantanos. Una declaración de amor en el mausoleo de Gala Placidia, no es una declaración de amor cualquiera.

Mausoleo de Gala Placidia
Mausoleo de Gala Placidia

Por supuesto que visita la ciudad más imponente del mundo en dicho siglo V. Constantinopla, la orgullosa heredera del esplendor con que Roma había iluminado al mundo occidental. En las páginas de esta novela nos sumergiremos en las aguas de sus célebres termas, o asistiremos a las recepciones del palacio Imperial de Oriente. Memorable es el recorrido, que, a bordo de un barco, o sobre la grupa de su caballo, nos invita a hacer Kouridaco, amigo de Flavio Aecio, y uno de mejores nobles al servicio de Atila, para comprobar la inexpugnabilidad de la muralla más imponente del mundo antiguo.

Me ha parecido fascinante e instructiva la detallada forma de dar conocer la idiosincrasia del mundo huno. Su vida seminómada, sus poblados itinerantes, o sus grandes yurtas donde descansan los poderosos guerreros que pusieron contra las cuerdas al Imperio Romano.

Personajes reales o ficticios.

El Salvador del Imperio, Flavio Aecio es una perfecta mezcla de personajes reales y ficticios. El autor deja bien retratados a los emperadores de occidente y oriente. Mientras Valentiniano III, el emperador occidental, se empeña en ser partícipe de la destrucción del imperio. Su homólogo oriental, Teodosio II, se enfrasca junto a su hermana Pulquería en la aventura de dar continuar al mundo romano a las puertas de Asia.

Todos los personajes ficticios tienen un papel en la obra, para mostrarnos las causas que llevaron a sucumbir al Imperio Romano de Occidente. Quinto Lutacio, el comerciante que huye de Cartago, nos revela los avariciosos hilos que movían la política romana. El tribuno hispano Mario Fabiano nos invita a reflexionar sobre el paupérrimo estado del ejército romano. O Kouridaco noble huno, un personaje que probablemente fue real, y que navegó durante toda su vida entre la amistad con Roma y la necesidad de mantener a su pueblo al servicio del caudillo de los hunos.

Murallas de Constantinopla
Murallas de Constantinopla

Un caudillo de los hunos, Atila, retratado como uno de los bárbaros más poderosos del siglo V. Su enorme crueldad atemorizó al pueblo huno, y su desaparición llevó a la propia desaparición del Imperio huno.

Flavio Aecio, fue un general excepcional, nadie como él supo leer la relación que debía existir entre romanos y bárbaros. Sus pactos con Genserico, el rey de los vándalos, alargaron la agonía de las provincias occidentales. Pero sin duda su pacto más importante fue para frenar a Atila en los Campos Cataláunicos. Dos de sus acompañantes en aquella batalla, francos y visigodos, acabaran conformado una nueva sociedad medieval al amparo de aquella victoria, el reino franco en la Galia y el reino visigodo en Hispania.

La muerte de Flavio Aecio es la propia muerte del Imperio Occidental. 

El Salvador del Imperio, Flavio Aecio. En Historioteca
El Salvador del Imperio, Flavio Aecio. En Historioteca

1 comentario en «Flavio Aecio. El salvador del imperio. Por José L. Sánchez Iglesias.»

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