19 marzo, 2024

Nuevamente una imagen de la serie “al final del camino”, en este caso los actores Paco Manzanezo como Yusuf, y Javier Rey como Pedro de Catoira, nos sirven para ilustrar un artículo de Caminando por la Historia.

Ocho siglos duró la presencia de reinos musulmanes en la Península Ibérica. A pesar de hoy día, cada vez con mayor frecuencia, la historiografía se centra en asuntos políticos, económicos, o sociales para explicar los procesos de conquistas o reconquistas acontecidos en dicho periodo. No debemos olvidar la vertiente religiosa del conflicto, que tuvo uno de sus máximos exponentes en el periodo de nuestros protagonistas de hoy, los almorávides.

La toma de Toledo por Alfonso VI.

El 6 de mayo de 1085, el rey de León, Alfonso VI entraba por las calles de Toledo. Esta no era una ciudad cualquiera, ya que había sido testigo del mayor poder cristiano de la Península Ibérica; la Toledo visigoda era recuperada por un rey cristiano. La noticia corrió por los tres continentes; los reinos cristianos de Europa la acogieron como un hilo de esperanza, los musulmanes podían ser derrotados, así que, unos años después partían hacia Jerusalén en la Primera cruzada. Para el resto de reinos cristianos de la Península era la constatación de que, si había caído Toledo, el resto de ciudades musulmanas podían correr la misma suerte. Evidentemente el más reforzado fue Alfonso VI, convertido en una especia de emperador de la Hispania cristiana.

Pero la noticia también llegó al Magreb, donde los almorávides habían conseguido instalar su capital, y restaban a la espera de la llamada musulmana para intervenir. El antiguo Califato de Córdoba, adalid del esplendor musulmán en la Península ya era historia, y desde su desaparición los reinos de taifas perdían aceleradamente los territorios ante el avance cristiano. Solo un fuerte poder musulmán podía dar un vuelco a la situación, y los almorávides estaban preparados para ejecutarlo.

¿Quiénes eran los almorávides?

Su propio nombre da una pista importante; Almorávides proviene del vocablo árabe “al-murabitum”, el que habita en un ribat, es decir es los monasterios-fortalezas musulmanas.

Su origen se remonta a medio siglo antes de los hechos de Toledo, en aquellos momentos el islam se introduce con fuerza en las tribus seminómadas dedicadas al comercio de oro y esclavos del sur del Sahara. Por lo que sus dirigentes sienten la necesidad de peregrinar a La Meca. A la vuelta de dicho viaje toman contacto en Kairuán con Allah ibn Yasin una especie de maestro de la doctrina Maliki, muy afín a la recuperación de las antiguas costumbres basadas en el tradicional derecho islámico.

A losTuaregs actuales se les suele comparar con los antiguos almorávides
A losTuaregs actuales se les suele comparar con los antiguos almorávides

El maestro Maliki vuelve con sus dirigentes al sur del Sahara, donde comienza el adoctrinamiento de las diferentes tribus bereberes de la zona. Desde los ribats se inicia la radicalización de las costumbres, con dos dirigentes de excepción; el propio ibn Yasin como inspirador religioso y Yahya ibn Umar como dirigente militar.

En el año 1050 comienza su rápida extensión a través de las arenas del desierto, traspasan el Atlas y fundan la célebre ciudad de Marrakech para convertirla en capital del recién nacido Imperio Almorávide. Desde allí con gran continuidad van conquistando las ciudades del noroeste de África, Fez, Tánger o Trecemén aparecen bajo el dominio almorávide desde aproximadamente el año 1080. Durante este periodo surgieron dos nuevos personajes Abu Bakr ibn Umar que sucedió a los anteriores líderes tras la muerte de estos, y Yusuf ibn Tashufin considerado el primer gran caudillo de los almorávides.

Todo ello con un ejército que pronto abandonó los camellos, por los caballos como medio de locomoción. Junto e ellos una infantería a pie, que, aunque no fuese la mejor preparada, estaba dispuesta a luchar en nombre del islam. Bereberes, negros, e incluso mercenarios de diversos lares, incluidos de los reinos cristianos, estaban prestos a partir hacía la Península Ibérica, a la espera de la oportunidad de actuar a favor del islam.

La llegada a la Península Ibérica.

Yusuf recibe la llamada de auxilio tras la conquista de Toledo, la misiva corrió a cargo de tres reyes andalusís, al-Mutamid de Sevilla, al-Mutawakil de Badajoz y Abd Allah de Granada. La petición llevaba consigo una especie de pacto; la ayuda almorávide debía servir para recuperar Toledo, pero nunca debía acabar con la independencia de las taifas andalusís. Pronto se descubrirá el gran error que cometieron los reyes de al-Ándalus.

Taifa de Sevilla, una de las más importantes del siglo XI
Taifa de Sevilla, una de las más importantes del siglo XI

Primera campaña.

A finales de julio de 1086 las tropas almorávides, tras partir de Ceuta, comienzan a desembarcar en Algeciras. Las cifras como es habitual en esta época tienen grandes variaciones, para hacer un símil, podemos tomar algunas intermedias. Por las mismas pudieron llegar unos 12.000 almorávides, a los que se unieron unos 8.000 musulmanes de las taifas andalusís. El contingente se dirigió durante ese cálido verano a las inmediaciones de Badajoz, donde se encontró la respuesta de Alfonso VI de León apoyado por algunas tropas aragonesas.

La conocida como batalla de Sagrajas se produjo el 23 de octubre de 1086. La victoria sonrió claramente a los musulmanes, ya que el suelo de la dehesa extremeña quedó teñido de rojo y repleto de cristianos con las cabezas cortadas. Por un lado, Alfonso VI huyó vía Coria hasta Toledo prestó a protegerla de la supuesta llegada almorávide. No fue así, Yusuf partió camino a Sevilla y desde allí a Marrakech, según parece el motivo, la muerte de uno de sus hijos en África.

Segunda campaña.

Ante una nueva llamada de al-Mutamid, las tropas almorávides, con Yusuf a la cabeza, vuelven a la Península Ibérica. Ahora el objetivo se encontraba en el otro lado de la Península, Aledo una población de la taifa murciana, había sido conquista unos años antes por las tropas castellano-leonesas. El temor entre las taifas vecinas era evidente, Aledo constituía un importante lugar de paso para la conquista del sur de la Península, Granada, Sevilla o Almería podían ser las siguientes en caer.

El asedio a la fortaleza comienza en 1089, perfectamente defendida por las tropas cristianas se convierte en una empresa muy complicada para Yusuf. Pero un suceso estaba a punto de cambiar el destino entre los almorávides y los andalusís. El rey de la taifa murciana, principal interesado en recuperar la fortaleza, cambia de bando comenzado a suministrar víveres a los cristianos, parecía claro, temían menos a estos, que al resto de reyes de las taifas vecinas que podían anexionarse Murcia. Ante los acontecimientos Yusuf vuelve a abandonar la Península, estaba claro que, si volvía, debía ser con otros intereses.

En Aledo (Murcia), se conserva la antigua atalaya musulmana
En Aledo (Murcia), se conserva la antigua atalaya musulmana

Tercera campaña.

Tres años de pactos y convivencias entre andalusís y almorávides pusieron al aire los problemas de las taifas. Unos reyes a los que les interesaba más su bienestar que la lucha contra el infiel, el pago de parias a los cristianos se había suspendido, por lo que estos ya habían logrado su principal cometido a la hora de pedir auxilio a los almorávides.  En cambio, estos últimos vieron su oportunidad de hacerse con los ricos territorios andalusís, ya habían conseguido el apoyo de los ulemas, enemistados con los reyes de las taifas por su escaso compromiso con los valores del islam. El resto parecía fácil, el pueblo aceptaría a los nuevos líderes, bajo la promesa de reducción de impuestos.

En el año 1090, Yusuf vuelve a desembarcar en Algeciras, desde ese momento las taifas van cayendo como si de una baraja de naipes se tratará, sin fuerza militar para contrarrestar el ejército almorávide, Málaga, Almería, Murcia, Sevilla o Denia por poner algunos ejemplos, son controladas por los bereberes. Los reyes y gobernadores de las taifas son ejecutados en las propias ciudades, y otros que corren mejor suerte son deportados a África, el mejor ejemplo es al-Mutamid que muere en las cercanías de Marrakech en 1095.

Pocas taifas andalusís sobrevivieron al envite de la tercera campaña de Yusuf en al-Ándalus, en el sur prácticamente solo se salvó durante tres años Badajoz, gracias a seguir pagando parias al reino de León. En el mediterráneo; caso aparte merece Valencia, que acabará cayendo en manos del Cid Campeador, y hasta tres años después de la muerte de este en 1099, no volverá a manos musulmanas.

La cuarta campaña.

Con la práctica totalidad de las taifas musulmanas en poder de los almorávides, Yusuf acomete su último viaje a la Península. El motivo reconquistar la plaza de Consuegra, que suponía obtener la puerta de entrada a Toledo. Su defensa era primordial para Alfonso VI de ahí que dirija junto a Diego Rodríguez, el hijo del Cid, la defensa de la plaza cristiana. El segundo gran choque entre almorávides y cristianos se volvió a salvar con la misma fortuna de la primera vez. Una gran victoria de los bereberes que incluso costó la vida al hijo del Cid, además de poner en grave peligro la vida del monarca leonés.

No pasó de ahí, Toledo siguió en manos del rey de León, en una máxima que se repitió durante el paso de los almorávides por la península, la falta de definición en la reconquista de los territorios que habían pertenecido al antiguo Califato Cordobés.

Máxima extensión del Imperio Almorávide
Máxima extensión del Imperio Almorávide

Los almorávides en la Península Ibérica.

Se le hace realmente complicado a la historiografía responder a algunos aspectos del paso de los almorávides por al-Ándalus. Ciertamente reconquistaron algunos territorios de los perdidos anteriormente, Valencia tras la muerte del Cid, Aledo tras nuevas campañas de asedio, y otras zonas del interior levantino. Alfonso VI nunca pareció poder con ellos, solo le faltó la pérdida de su hijo en Uclés en el año 1108 para corroborar su pobre balance ante los almorávides. De ahí que a veces cueste pensar en los motivos por el cual los bereberes no reconquistaron Toledo, posiblemente, fue por no contar nunca con un apoyo mayoritario de la población andalusí. Solo las coronas unidas de Aragón y Pamplona hicieron progresos en los escasos años que los almorávides dominaron al-Ándalus, con importantes conquistas como Huesca en 1096, o Zaragoza en 1118.

La principal hipótesis que se maneja del fracaso reconquistador almorávide es la falta de acuerdos con los andalusís. Estos últimos siguieron rigiendo los destinos de las ciudades de al-Ándalus, verdaderos signos del poder musulmán en la península, a cambio del pago de impuestos cada vez más elevados para sufragar una reconquista que no llegaba. Mientras los bereberes con su capital Marrakech al otro lado del estrecho se conformaron con esquilmar los recursos andalusís.

La otrora causa de su llegada, el mantenimiento de las tradiciones islámicas, pronto fue olvidada, la población andalusí lejos de ver en ellos sus salvadores espirituales, vieron unos salvajes soldados que abusaban de su autoridad ante los más débiles ciudadanos de al-Ándalus. Sin duda, las revueltas en Córdoba en torno a 1120 reflejan las desavenencias entre invadidos e invasores. Una cita refleja bien este sentir de la época almorávide; el estrecho se convirtió en un pasillo de ida y vuelta, hacía el sur viajaban hombres cultos para dirigir un imperio, mientras hacia el norte circulaban soldados del sur del Sahara, para mantener el terror en la población andalusí.

Lámina que nos aproxima a una visión de los ejércitos almorávides
Lámina que nos aproxima a una visión de los ejércitos almorávides

El final de los almorávides.

Para entender el final del Imperio almorávide, debemos acudir a una especie de bucle en el tiempo, ya que de la misma forma en que nació en el siglo XI, murió en el siglo XII. Los mismos problemas que le llevaron a aparecer, le acarrearon su desaparición, es decir nuevamente la falta de rigurosidad ante el islam, o el abuso con los impuestos, propiciaron la llegada de un nuevo poder. En este caso Ibn Túmart, un bereber nacido en las montañas del Atlas iniciará a principios del siglo XII un nuevo movimiento religioso, los almohades, que conquistarán Marrakech en el año 1247. Desde ese momento los almorávides irán perdiendo el dominio de al-Ándalus.

Mas info:

Historia de España de la Edad Media, Cood. Vicente Ángel Álvarez Palenzuela, Ed. Ariel, 2011

 

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