29 marzo, 2024

Hoy en Caminando por la historia viajamos a la pequeña localidad de Figeac, situada en el medieval departamento francés de Lot, para conocer un curioso museo que nos transportará al antiguo Egipto y a todos aquellos lugares que vieron nacer la historia escrita.

Para conocer mejor el origen de dicho museo nos trasladamos a Egipto, en una tórrida mañana del mes de julio de 1799, concretamente a Fort Julien cerca de la localidad de Rashid. El motivo, observar como los soldados del destacamento francés dirigido por Pierre François Bouchard, se topan con una gran losa de 760 kg, de color oscuro escrita por uno de sus lados. Mientras ese mismo día en Figeac, un niño de nueve años de nombre Jean-François, pasaba las horas muertas fascinado con las imágenes de los libros que llegaban de Egipto, en la parte trasera de la librería de su padre. A buen seguro que aquel niño no sabía que el descubrimiento en tierras africanas iba a cambiar su vida para siempre.

A principios del siglo XIX los destinos de la gran losa y del niño tomaran caminos opuestos. Por un lado en el año 1800, a la edad de diez años, Jean-François Champollion se trasladó junto a su hermano mayor a Grenoble, el motivo parece ser el cierre de la escuela local de Figeac. En Grenoble el joven Champollion comienza sus estudios encaminados a satisfacer su curiosidad por el pasado.

Mientras la denominada por los hombres de Napoleón, Piedra Rosseta, fue trasladada al Instituto Egipcio de El Cairo, a su llegada los expertos se dieron cuenta de sus enormes posibilidades. Escrita en tres idiomas; en la parte superior los jeroglíficos egipcios, en la central demótico, y en la inferior el griego de la época Ptolemaica. Mientras los expertos trabajaban en ella, en el exterior seguía la guerra entre británicos y franceses, el resultado con la victoria de los primeros sobre las tropas de Napoleón marcará el destino de la Piedra. En febrero de 1802 es desembarcada en el puerto británico de Portsmouth, para desde allí viajar al Museo Británico de Londres, donde por cierto sigue siendo la pieza más visitada.

No será hasta periodo entre 1807-1808 cuando el joven francés y la Piedra Rosseta crucen sus caminos. Por aquel entonces Jean-François estudiaba ya en Paris a camino entre el célebre Collège de Francia y la escuela parisina de Idiomas Orientales. Fue en ese contexto que llegaron a sus manos algunas copias transcritas de la Piedra Rosseta, iniciando desde ese momento la carrera por descifrar aquellos jeroglíficos que cubrían los edificios más significativos del Antiguo Egipto.

Champollion
Champollion

Finalmente en 1822 Champollion dio con la solución. Esta nunca estuvo ausente de grandes controversias entre los diferentes actores que intervinieron en el desciframiento de la Piedra Rosseta. De todos ellos ha pasado a la historia Thomas Young un científico inglés coetáneo de Champollion. La historiografía actual ha resuelto el entuerto, asignado al francés los méritos del  desciframiento, para convertirlo en el padre de los estudios de egiptología. Mientras al inglés le queda el consuelo de haber puesto las bases, a través de sus primeras hipótesis sobre la lectura de los jeroglíficos, para que Champollion nos presentará la traducción completa el mes de septiembre de ese año 1822.

Pero para que su obra estuviese completa Jean-François Champollion  debía viajar a Egipto. En 1828 junto a su amigo y alumno más aventajado Ippolito Rosellini toman rumbo a la tierra de los Faraones, financiados por el propio duque de la Toscana y por el vigente rey francés, Carlos X. No viajaron solos, sino al frente de una expedición formada por los más destacados expertos en diferentes materias como el dibujo, la medicina o la historia.

Tras la travesía mediterránea desembarcaron en Alejandría, donde se encontraron los escollos de la burocracia turca, a pesar de que el viaje se les retrasó algunos meses la expedición al fin pudo recorrer los más diversos rincones de la cultura egipcia. Es fácil imaginar lo que pasó por la mente de Champollion durante aquellos años, El Cario, las pirámides de Gizeh, Menfis, Saqqara o la célebre ciudad de Akhenatón, Tell el-Amarna, pasaron de los libros que había leído de niño a estar justo en frente de sus ojos. Dos años después en la vuelta a Francia, en la maleta del francés viajaba la constatación de que todas sus hipótesis eran ciertas, el desciframiento de la Piedra Rosseta, puso en manos del mundo el conocimiento de la milenaria cultura egipcia.

La Casa Museo de Champollion en Figeac.

Solo dos años después de volver de Egipto, Champollion murió en Paris, a pesar de ser un hombre joven, 41 años, la salud fue su asignatura pendiente durante su vida. Ni en sus últimos días encontró el pleno reconocimiento de la sociedad a su magnífico descubrimiento.

Habrá que ver pasar más de un siglo para que su ciudad natal inicie el merecido homenaje. En 1977 se inician las obras de adecuación de la casa que vio nacer a Champollion, el primer museo acogerá la vida del genio de Figeac, con muchos de los elementos y materiales que se trajo de su expedición a Egipto, fue inaugurado en 1986 por el presidente de la República Francesa, François Miterrand.

Pocos años después en conmemoración del bicentenario del nacimiento de Champollion, se adecua la plaza trasera del edifico del museo, sin duda el lugar de juegos de nuestro protagonista. Se trata de un pequeño recinto presidido por una recreación de la Piedra Rosseta realizada en granito negro y que prácticamente con sus 11×8 cubre la totalidad del suelo de la plaza, junto al fondo que ofrecen los ventanales góticos, confieren al lugar una magia especial. Fue obra del artista conceptual norteamericano Joseph Kosuth, y la plaza lleva por nombre “el lugar de las escrituras”.

La plaza de las escrituras en Figeac
La plaza de las escrituras en Figeac

Ahora ya sí, en 1994 las autoridades de Figeac compran los edificios colindantes a la casa original de Champollion para la ampliación del primer museo. De tal manera que en el verano de 2007 se inaugura el actual edificio, un lugar con nombre y apellidos; Museo Champollion, las escrituras del mundo. Un espacio singular para los amantes de la historia antigua, junto a los objetos del primer museo aparecen ahora diferentes salas que se han sumado al proyecto.

El viajero que llegue al mismo podrá ser partícipe de un viaje a través del mundo de la escritura, no solo del antiguo Egipto, ya que Mesopotamia, China, o la cultura de los mayas están presentes en el museo. El resto de las salas no olvida algunos elementos imprescindibles que los hombres han ido consiguiendo, e inventado para favorecer la comunicación entre ellos. Desde el enigmático lenguaje de los signos presentes en muchas culturas, a la invención de dos elementos imprescindibles como el alfabeto y el libro.

Exterior del Museo Champollion
Exterior del Museo Champollion
Terraza superior del Museo Champollion
Terraza superior del Museo Champollion
Una de las salas del Museo Champollion
Una de las salas del Museo Champollion

Para conocer sus horarios os invito a conocer la web oficial del museo: www.musee-champollion

2 comentarios en «Museo Champollion, un “trocito” de Egipto en el corazón de Francia.»

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