19 marzo, 2024

Cuando David Livingstone, efectivamente el de “Doctor Livingstone, supongo” llegó a las espectaculares cataratas Victoria en el año 1855, poco podía imaginar que sería el principio de uno de los episodios más terribles de la historia del continente africano. En definitiva, sin solución de continuidad, los europeos se habían lanzado a conquistar el corazón de África.

Las cataratas Victoria

La II Revolución Industrial.

Pese a lo que podamos pensar, hasta la llegada del siglo XIX, el hombre europeo prácticamente no había pisado el interior del continente africano. Su colonización se había llevado a cabo principalmente en las zonas costeras de ambos océanos. Pero todo comenzó a cambiar a mediados de dicho siglo XIX. El motor de ese cambio fue la denominada Segunda Revolución Industrial, a la cual se fueron sumando nuevos países, aunque eso sí, todos tras las gran potencia británica.

Principalmente fueron dos las necesidades que aportó la revolución, para que los europeos pusieran su punto de mira en África. La primera de ellas fueron las materias primas, cuestión que el continente africano cumplía con creces. En segundo término solucionar las necesidades alimenticias, de una población que crecía a ritmo vertiginoso. Hay que tener en cuenta que esta Segunda Revolución llevó consigo los grandes avances científicos, que disminuyeron la mortalidad, que  junto a una natalidad alta fueron las causas del despegue demográfico europeo.

Varios fueron los países que se dirigieron al interior africano, entre ellos Gran Bretaña el mayor imperio colonial de la época, Francia tras su deshonrosa derrota ante Prusia en 1871, y junto a ellos dos nuevos países surgidos de las reunificaciones, es decir Alemania e Italia. Para completar la terna con los belgas y los portugueses, que recordemos fueron los primeros colonizadores europeos al sur del Ecuador en la Edad Media.

El modus operandi era sencillo, los primeros en llegar eran las compañías comerciales que acometían la explotación de los recursos. Posteriormente los gobiernos enviaban a los funcionarios y militares necesarios para someter a la población, y así poder organizar las exportaciones sin poner en peligro a sus ciudadanos. De esta forma, como anteriormente habían hecho en el resto del mundo se dispusieron a colonizar el interior africano.

La conferencia de Berlín.

Todo lo relatado ocasionó los primeros encontronazos importantes. Por lo que a petición de algunos países como por ejemplo Portugal, sin duda en el siglo XIX unos de los países más débiles, se decide convocar la Conferencia de Berlín.

Otto Von Bismarck repartiendo el pastel.

Entre los países participantes todos los interesados, es decir; Reino Unido, Alemania, Francia, Portugal e Italia. Junto a ellos meros comparsas, como Países Bajos, Rusia, Suecia, España, EE.UU o Dinamarca, a los que debemos sumar dos Imperios el austrohúngaro y el otomano, y dos que merecen un comentario a parte debido a la curiosa injerencia de Leopoldo II. Su propio país Bélgica sin un papel preponderante y la Asociación Internacional del Congo, una institución creada por este personaje para explotar dicha zona, una de las más ricas de África.

Otto Von Bismarck

El 15 de Noviembre de 1884 arrancaba la misma con el discurso de su presidente el prusiano Otto  von Bismarck, discurso que fue una verdadera declaración de intenciones. Los países europeos debían introducirse en el interior de África, para civilizar, llevar la cultura occidental, explotar sus materias primas e introducir el control político en todos los territorios sin explotar. Tras lo cual podemos añadir que acababa de empezar el Imperialismo Europeo, que aunque se pueda pesar que es lo mismo que colonialismo,  no es del todo cierto. Si este último pretende el control comercial, al imperialismo hay que sumarle el control territorial y político. Es decir, convertir a los países en protectorados de las metrópolis, adquiriendo todas sus funciones administrativas.

El reparto de la Conferencia de Berlín

La conferencia terminó  el 26 de Enero de 1885, sobre la mesa el reparto de todos los países africanos excepto dos; Liberia que ya estaba en manos de EE.UU y Etiopia el único que se libró de momento. El resto fueron a parar a manos alemanas, británicas, italianas, francesas, portuguesas y españolas. Pero parece que lo peor no fue eso, sino otra serie de elementos que llevaba la resolución de la conferencia.

Entre ellos la libre navegación por los ríos Congo y Niger y por supuesto por las costas marítimas, o el libre comercio en el interior del continente. Además de una disposición por la cual, si los países a los que se le encomendaba la ocupación territorio no la hacían efectiva en un plazo de tiempo, podía ser ocupado por un tercero. Sin olvidar que ningún país supo hacer frente al caprichoso Leopoldo II, el rey belga al que fue asignado personalmente el territorio congoleño, y cuando digo personalmente, significa que no fue a manos del país belga, sino a las de su rey.

A todo ello se sumó la declaración de que se lucharía contra la esclavitud, además del respeto a la cultura y a la religión de los pueblos ocupados. Es evidente que este último apartado de las resoluciones de la Conferencia de Berlín, fue el único que no se cumplió.

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Consecuencias de la conferencia de Berlín.

Sobre las consecuencias, valga  decir para comenzar sin miedo a equivocarme, que el continente africano las continúa sufriendo cada día. Por otro lado decir que las podemos diferenciar entre las que acuciaron a los europeos, y las que repercutieron en los países africanos.

Sobre las primeras evidentemente la mayor parte fueron positivas; Para la economía supuso el acceso a las materias primas a bajo precio, así como la obertura de nuevos mercados para colocar sus productos manufacturados. Por otro lado para la sociedad europea supuso un alivio demográfico al facilitar nuevos empleos y lugares donde emigrar. Políticamente gran prestigio a nivel mundial de los países europeos y un gran alivio a los problemas internos, se suele afirmar que la Gran Guerra se retrasó por la carrera imperialista. Aunque también podemos afirmar que acabará convirtiéndose en una de sus causas más importantes.

Evidentemente lo peor recayó en los países colonizados. Para tener una idea de lo ocurrido, debemos pensar que gran parte del interior africano a la llegada de los europeos seguía inmerso en la prehistoria, con algunas excepciones como sultanatos o pequeños reinos que podemos compararlos con la Edad Media europea.

África antes de la llegada del Imperialismo.

Pues bien, en pocos años este espacio geográfico se lleno de carreteras, vías de ferrocarril o puertos marítimos y fluviales. Su tradicional agricultura de subsistencia  fue suplantada por una agricultura industrial, tanto extensiva como intensiva y destinada a la economía de mercado. Además aparecieron nuevas ciudades que alejaron a la población autóctona de su hábitat.

La explotación de los recursos ocasionó una rápida transformación de la estructura social con la aparición de una burguesía, tanto autóctona con escasa preparación, como foránea. Junto a la misma una clase baja dedicada a la construcción o a la agricultura como jornaleros.  Cuando ambas clases sociales llegan a las nuevas ciudades se forman los guetos, que hoy subsisten en toda África.

Otro problema fue el religioso, si bien antes de la llegada de los europeos convivían religiones en África como el cristianismo o el islam con un fuerte arraigo desde la Edad Media europea. A partir de esta llegada de los europeos, con los intentos de cristianización en especial de las zonas donde imperaba el ateísmo, el contraste producirá nuevas segregaciones y conflictos.

Pero lo peor fueron las nuevas fronteras establecidas, ya que a simple vista cualquier persona que vea un mapa político de África, puede ver dichas fronteras cortadas a escuadra y cartabón. Es decir no se tuvo en cuenta la anterior distribución geográfica de las tribus africanas, muchas de ellas quedaron separadas por la mitad, o lo que es peor, bajo un mismo régimen convivieron dos tribus enfrentadas previamente durante miles de años. Este problema ha llagado a la actualidad con episodios tan tremendos como el genocidio de Ruanda en los años 90 del siglo XX, o la terrible guerra civil en Sierra Leona, ambos ante la mirada impasible de la ONU.

Este artículo no puede terminar sin hablar del punto más negro que tuvo la Conferencia de Berlín. Si observamos el actual mapa político de África veremos que su parte central está ocupada por unos de los países más grandes del continente, la República Democrática del Congo, con más de dos millones de km2. Dicho territorio fue ocupado previamente a la Conferencia de Berlín por los belgas, encabezados por su rey Leopoldo II, por cierto un tipo que no piso nunca África.

Tras la conferencia, dicho espacio, uno de los más ricos por sus reservas de caucho, marfil y diferentes minerales, como se ha dicho quedó en manos del rey belga. Pues bien, algunas de sus frases en la carta escrita en 1897 a uno de los agentes estatales encargado del control del Congo, nos puede resumir perfectamente la actitud de este rey con respecto a los territorios ocupados.

Han de poner a la población bajo nuestras leyes, la más urgente, sin dudas, la del trabajo. En los países no civilizados es necesario, creo yo, una firme autoridad para acostumbrar a los nativos a las prácticas de las que son totalmente contrarias  a sus hábitos. Para ello es necesario ser al mismo tiempo firme y paternal.

 El resultado cerca de 10 millones de muertos, además de una forma cruel tras cortarles  las manos. El genocida belga actuó en el centro del continente, para el servicio de las primeras multinacionales de la historia, el caucho para los neumáticos de los nuevos coches surgió de la esclavitud a la que se vieron sometidos los habitantes de aquel tranquilo lugar de la selva ecuatorial, hasta la llegada de los europeos.

Más info: Historia contemporánea Universal, Ángeles Lario, Ed. Alianza, 2010

Imágenes: commons.wikimedia

7 comentarios en «La conferencia de Berlín, el día que Europa cambio el destino de África»

  1. el destino del pueblo africano ya estaba marcado, aun asi se acelro con la llegada de la metralleta fue asi como la muerte a nivel industrial, aun asi el pueblo africano inmerso ya en la brijeria y perdido desde la era de piedra.

    1. Hola Carlos gracias por pasarte por aquí. El que expones es un tema complejo, «su destino ya estaba marcado», evidentemente que estaba marcado, el problema reside en la forma brusca en que se cambio. Es decir, cada pueblo debería poder elegir su ritmo de cambio y no ser impuesto. Pero este hecho no es ajeno a la historia, desafortunadamente los grandes imperios han marcado estos ritmos al resto de los pueblos. A veces para bien o a veces para mal. En definitiva el cambio de África puede ser que este en la fase inicial y que en un futuro nos deparé cosas mejores, o no…

  2. A pesar de todas las complicaciones históricas, diferentes interpretaciones, etc., me parece muy bien desarrollado.

  3. Hola! Muy buen artículo! Me gustaría recomendar «El Fantasma del Rey Leopoldo: Una historia de codicia, terror y heroísmo en el África colonial», de Adam Hochschild, un libro imprescindible que ayudará a conocer las verdaderas causas que han cimentado la injusta situación social y económica de buena parte del continente africano y a entender el motivo original que trae a tantos desesperados a nuestra querida Europa. Un saludo!

  4. El artículo tiene buena información, pero discrepo cuando dice que la colonia no es lo mismo que el imperialismo, ya que existen elementos en común entre ambos sucesos de la historia. Tal es el caso del colonialismo en América, el territorio estaba bajo el control de la corona española quien era la encargada de gobernarlo y del sometimiento de los pueblos originarios con el objetivo de explotar los terrenos y de expandirse.

    Otra cosa es acerca de las religiones de los pueblos africanos, no solamente el cristianismo y el islam hacían presencia, las religiones propias de cada pueblo, quienes tuvieron que adoptar sus creencias con las de los europeos como una estrategia para no perder totalmente su identidad religiosa.

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