Caminando por la historia

¿Conquista o Reconquista?; las Crónicas de Alfonso III de Asturias (866-910).

Durante cerca de dos siglos hemos usado sin complejos el término “Reconquista” para referirnos al periodo histórico comprendido, entre la defensa del reino de Asturias por Don Pelayo, hasta la conquista del reino de Granada por los Reyes Católicos en 1492. Ciertamente dicho término se comenzó a utilizar, sustituyendo al de “restauración”, a principios del siglo XIX, como un elemento político para el afianzamiento de los nuevos estados. Es preciso recordar que en aquellos momentos España se intentaba quitar de encima el yugo del emperador francés Napoleón, como siglos antes los reinos cristianos del norte hacían lo propio con los omeyas, almorávides o almohades, como representantes del islam en la Península Ibérica.

Primeros años de la reconquista cristiana

Precisamente este componente político de su nacimiento, ha llevado en las últimas décadas a varios historiadores a significar que el término “reconquista” está impregnado de una determinada ideología, por lo que prefieren sustituirlo por la denominación de “conquista”. Algo que no se entiende del todo bien, ya que podemos pensar que ellos mismos están cayendo en idéntico error, que presuntamente cometieron hace dos siglos los historiadores del momento, el renegar de un término por el otro, ¿no tiene cierto componente político? Desde este mismo medio, Caminando por la historia, hemos dudado a veces de asignar uno u otro término, ni más ni menos que como una amplia mayoría de divulgadores e historiadores que siguen inmersos en este amplio debate abierto.

Por dicho motivo personalmente me he decidido buscar mi axioma personal para acabar de decidirme por uno u otro. Mi pretensión es olvidarme por completo del elemento político del término, para ceñirme exclusivamente en la palabra como vehículo de trasmisión del tema que se está tratado. Por lo que en un principio hay que acudir a la Real Academia de la Lengua:

Es decir, si la Real Academia de la Lengua no está impregnada por ningún componente político, la palabra clave es “que se había perdido”. A partir de este punto debemos buscar en la historia más cercana a ver si sus hombres y mujeres tenían la sensación de haber perdido un territorio que debían volver a conquistar. Por lo que deberemos acudir a las fuentes más próximas al momento en cuestión, y conocer los primeros pasos del proceso expansivo del Reino de Asturias.

Alfonso III rey de Asturias (866-910)

Sus antepasados ya habían iniciado el proceso de expansión territorial del Reino de Asturias, en aquellos momentos el único que profesaba en la Antigua Hispania la religión cristiana, sin olvidar a los francos que ejercían presión por la parte más oriental de los Pirineos. Durante el reinado de este rey se conseguirán expandir los territorios cristianos hasta el rio Duero y lo más importante; el proceso de repoblación de unos territorios prácticamente deshabitados tras la conquista musulmana del siglo VIII.

Alfonso III

Pero para el caso que nos atañe necesitamos significar su gran labor como impulsor de la cultura y las artes. Sin ir más lejos su biblioteca, apoyo imprescindible para la elaboración de los primeros estudios historiográficos del reino de Asturias.  Uno de los propósitos más firmes de dichos estudios fue la elaboración de un perfecto programa para la justificación de los territorios conquistados, para convertir al reino astur en los verdaderos herederos de los reyes visigodos. Este aspecto es conocido por la historiografía como “neogoticismo”, el cual se haya perfectamente expuesto en las crónicas que este rey astur nos dejó tras su muerte”.

Las Crónicas de Alfonso III.

Es preciso señalar que la lejanía en el tiempo de estas crónicas, un siglo y medio tras la caída de los visigodos, no nos debe hacer dudar de las intenciones de Alfonso III de reivindicar el reino de Asturias como heredero religioso y político de estos últimos. El motivo es que fueron elaboradas a través de experiencias anteriores, sin duda la más importante las de su bisabuelo Alfonso II, pero también hubo otras.

Alfonso II y la crónica sobre el final de los reyes godos.

Escrita posiblemente por Alfonso II (791-842), tras su paso por el Monasterio de Samos, en forma de correspondencia dirigida a Sebastián de Salamanca, un hombre culto que elaboró sus propias crónicas cristianas desde territorio andalusí, años después. Sin duda en ellas se observan elementos esclarecedores del caso que hoy nos atañe; ¿perdieron algo estos hombres que debían recuperar?

Sobre los últimos reyes visigodos, Alfonso II recuperó la lista dejada por Isidoro de Sevilla en la Historia Gothurum, esta solo llegaba hasta Recesvisto, por lo que la elaboró a partir del rey Wamba. Pero el aspecto más interesante fue otro; la coincidencia temporal con otra lista de reyes visigodos elaborada desde el reino franco. En Chronologia Regum Gothorum se observa la lista completa a la que se le suma un nombre más, ya que tras Don Rodrigo aparece el rey franco y próximo emperador Carlomagno. No es que Alfonso II con su crónica intente convertirse en sucesor político de Don Rodrigo, es más se separa tanto de él, como de Witiza, ya que culpa a ambos de la debacle cristina de Hispania. Pero lo que no podemos negarle es su decidida actuación de convertirse en protector del cristianismo en Hispania, sin duda un acercamiento al pueblo para reivindicar su expansión territorial.

Alfonso II

Son varias las pruebas de este hecho, que encontramos en la historia del periodo protagonizado por Alfonso II. El traslado a Oviedo de la capital del reino de Asturias que convertirá a la Iglesia de San Salvador en sede de los concilios cristianos, a semejanza de los antiguos concilios Toledanos del reino visigodo. En segundo término, la repoblación de Galicia aludiendo a las reliquias del Apóstol Santiago, según narra el Martirologio de Usuardo, halladas por el eremita Pelayo en el año 813. Destacar también la ocupación cristiana, aprovechado los respiros de las razias musulmanas, de los deshabitados valles al sur de la Cordillera Cantábrica, esta se efectuó mediante la construcción de monasterios, sirven para ilustrar como ejemplo los valles de Valdegovía o Mena

La leyenda de Covadonga

Como toda leyenda tiene sus detractores, pero hoy día se da por hecho que el rey Don Pelayo es real e infringió la primera derrota a los musulmanes, aunque esta parece ser no pasó de ser una simple escaramuza. La leyenda de transmisión oral pasa a ser escrita en tiempos de Orduño I (850-866) es decir el antecesor de Alfonso III e incorporada por este a sus Crónicas.

Este hecho es significativo ya que Orduño I acudió incluso a Toledo, recordemos sede del poder visigodo y por lo tanto última capital cristiana de Hispania, en apoyo de cristianos, mozárabes y muladíes en sus revueltas ante el poder del Emirato Cordobés. Sin duda esta misión y el resto de su reinado es un claro indicio de necesidad de convertir al Reino Asturiano por derecho propio en los herederos del Reino visigodo, en esencial en el aspecto religioso.

Las crónicas de Alfonso III.

A todo lo anterior, en el periodo final del reinado de Orduño I, o principios del propio reinado de Alfonso III se escriben las dos crónicas que recopilan toda la historia de los reinos cristianos desde Recesvinto al propio Orduño. En ellas ya encontramos una continuidad entre ambos reinos, tras la desaparición del visigodo, los astures se hacen cargo de proteger la religión cristiana.

Estas dos crónicas son la Crónica Rotense escrita en un latín poco decoroso y en segundo término la Crónica Ad Sebatianum. Sobre esta última, pérdida, se han encontrado algunas controversias, ya que según algunas fuentes sería un primo del propio Alfonso III que se encargó de mejorar el latín, y de paso añadir nuevos elementos que reforzaran el “neogoticismo” del Reino de Asturias. Las dudas aparecen al intentar conjugar los dos personajes, al que iban dirigidas las cartas de Alfonso II anteriormente, junto a este que escribió la versión definitiva de las Crónicas de Alfonso III, aunque no se descarta que fuera el mismo.

La crónica Rotense

Es evidente que, para encontrar el nexo de unión entre visigodos y astures, debemos acudir a la narración por parte de estas crónicas de los hechos sucedidos, entre la derrota de Don Rodrigo y la aparición de Don Pelayo. A modo de escueto resumen, podemos significar:

“Tras la llegada de los musulmanes a Córdoba, antigua ciudad patricia, algunos godos de estirpe regia que no perecieron ante la espada, ni el hambre, se dirigieron al reino Franco. Pero la mayor parte se metieron en tierra de los asturianos, allí eligieron a Pelayo como príncipe. Tras conocer el hecho, los sarracenos enviaron 200.000 hombres a acabar con él, pero primero los hombres fieles a Don Pelayo y luego la providencia del señor que sepultó a 63.000 junto al río Deva acabaron con dicho ejército”.

Conclusiones.

A parte de las evidentes exageraciones para encumbrar al primer rey de Asturias, lo evidente es que Alfonso III y junto a él, los hombres y mujeres del reino Astur se sentían herederos de los visigodos en la conservación de la religión cristiana. Para ello a través de las diferentes crónicas completadas por Alfonso III se busca un nexo político en común entre ambos reinos, visigodos y astures, con el firme propósito de justificar ante la iglesia y el pueblo la necesidad de expandir los territorios cristianos en detrimento de los musulmanes.

De esta forma la religión se convirtió en el principal motivo para “reconquistar” Hispania, en definitiva, fue lo que más unió a todos los reinos que acometieron la expansión por los territorios musulmanes de la Península Ibérica. Es evidente que durante los cerca de ocho siglos que esta duró, intervinieron motivaciones de amplio espectro, sociales, económicas, culturales, etc. Pero “lo que habían perdido” estos hombres y mujeres, principalmente fue su religión, introducida ya en tiempos del Imperio Romano y eso es lo que debían recuperar. El concepto “Reconquista” lo debemos asignar exclusivamente a la religión, y a mi entender siempre que hablemos de “Reconquista cristiana”, no estamos incurriendo en ningún tipo de error histórico. Otro caso es nombrar “Reconquista” sin el correspondiente apellido, hecho que puede generar más dudas sobre su veracidad histórica.

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