18 abril, 2024

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Nos situamos a principios del siglo XIII en las estepas mongolas, para contemplar como miles de jinetes a caballo, armados con un arco y un sable, esperan la señal del gran Gengis Kan para conquistar el mundo.

No hay que olvidar que estamos ante los mejores jinetes de la historia, además de expertos lanzadores de arco. En definitiva, la vida nómada que habían elegido vivir, les había otorgado la necesidad  de convertir ambas facetas en su mejor cualidad. Aunque por otro lado su tecnología militar no había sufrido grandes cambios en los últimos 2000 años, ni tan solo su poder organizativo.

Todavía en la actualidad los mongoles y el caballo forman una unidad.

Pero una cosa hacia especial a este ejército,  la figura de Gengis Kan. El general más grande de su época, que mediante un nuevo sistema basado en los méritos personales, se dispuso a conquistar todos los territorios desde China, hasta Oriente Próximo en los siguientes veinte años. Además de preparar el terreno a sus sucesores, que pondrán contra las cuerdas a Europa e incluso al hermético pueblo nipón. Pero este personaje no salió de la nada, fue fruto de una serie de vivencias de un joven llamado Temujin.

Vivir en la estepa mongola.

Es evidente que las estepas mongolas no era el mejor sitio para nacer en el siglo XII. Teniendo en cuanta las inhóspitas llanuras, los enormes vientos, las gélidas noches de inviernos y los tórridos días de verano. En definitiva uno de los lugares con peores condiciones de vida del planeta.

Las estepas de Mongolia

A todo ello debemos añadir unas tradiciones extremadamente contrarias a los más desfavorecidos, como por ejemplo los niños. Sin ir más lejos, las gélidas noches de invierno los mongoles se juntaban  en torno al fuego de las yurtas. El primero en coger sitio el varón de la casa y sus guerreros invitados, luego las mujeres tanto del señor de la casa como de estos últimos, mientras los niños debían buscar los huecos que quedaran disponibles. Este orden se volvía a repetir en los turnos de comida, lo que no querían los guerreros y las mujeres quedaban para los más pequeños.

Aunque la primavera era la mejor época, ya que las ovejas estaban en proceso de engorde, la caza era  abundante y las cabras  además de las escasas vacas daban  leche a todas horas. Lo peor venia en las postrimerías de los duros inviernos, sin caza y sin  posibilidad de sacrificar el ganado, el hambre se hacía palpable. Es en ese momento cuando los niños aprenden a sobrevivir, cazando perros y ratas a lomos de improvisadas ovejas. En definitiva ¿qué mejor forma de criar los guerreros de las estepas?

En conclusión, ese es el contexto en el que nació en un lugar indeterminado de la estepa mongola, alrededor del año 1162, el joven Temujin. Su nombre proviene del último enemigo apresado por Yesugei, el padre de nuestro personaje.

Los primeros años de Temujin.

Lo primero que conocía cualquier niño nacido en las estepas mongolas eran las yurtas. Aquellas enormes tiendas de fieltros tendidos sobre palos, perfectamente encaladas y adornadas se convertían en su hogar portátil. Ya que eran trasladadas por las estepas en carros tirados por bueyes, en busca de los mejores pastos para el ganado.

El festival mongol de Naadam sigue cada año recordando la tradicional vida de las estepas.

Las encargadas de mantener las yurtas eran las madres e hijas, sin ir más lejos la hermana pequeña de Temujin tenía encomendada la tarea de mantener encendido el fuego. De igual forma que Temujin detentaba las suyas propias, concretamente nuestro personaje se debía ocupar de la pesca y del cuidado de las yeguas.

Desde bien pequeño destacó por su fuerza, su valor, su capacidad de reflexión y especialmente su compromiso con las costumbres de los mongoles. No había cumplido los 9 años cuando ya había matado a su hermanastro, el delito que cometió este fue robarle continuamente el pescado por la mañana. Pero Temujin fue fiel a uno de los principales ideales de los mongoles, la venganza era un deber para estos jóvenes nómadas.

Gengis Kan

La mejor escuela que tuvo Temujin fueron las hogueras nocturnas, aquellas en las que debían espabilarse para encontrar buen sitio. En ellas el joven nómada escuchó historias de sus antepasados, allí aprendió  lo que significaba el linaje en el mundo mongol. Sus antepasados habían sido grandes kanes, uno de ellos había muerto envenenado tras haberle arrancado las barbas al mismísimo emperador chino de Kitán.

Las lecciones que aprendió en torno a la lumbre le acompañaran toda su vida. El joven Temujin recibió un encargo de sus mayores, había que cambiar la historia del pueblo mongol, no se podía seguir saqueando y escondiéndose continuamente.  Para ello había que empezar a construir poblaciones y acabar con hábitos ancestrales entre los nómadas del desierto de Gobi. Definitivamente una frase que escucho una fría noche cambiara el destino de los mongoles: “los monasterios y los templos engendran dulzura, pero únicamente la fiereza y el temperamento belicoso dominan el mundo”.

La noche que todo cambió.

Temujin se había convertido en un buen jinete y solía cabalgar junto a su padre. Era un joven alto, con el cabello largo y especialmente poco hablador. Pese a lo cual se enamoró de la hija del guerrero extranjero que había ido a visitar Yesugei. La joven Burtai no tenía más de 9 años, pero aún y así su pretendido suegro accedió a que Temujin se quedara con ellos para ir conociendo a su hija. De esta manera el padre de Temujin partió de vuelta.

La noche siguiente, a Temujin, le sorprendió la llegada de uno  de los guerreros de su padre. Además las noticias que traían eran nefastas,  ya que este había fallecido la noche anterior tras ser envenenado. El joven Temujin debía volver a la mayor celeridad posible, ya que gran parte de los nobles que sustentaban el clan de los Yakka, acababan de desertar ante el temor de quedar desprotegidos con el nuevo kan. Así de esta forma y con solo 13 años se quedó como máximo represéntate de dicho clan, debiendo gestionar gran parte de las tierras al este del lago Baikal.

Los ejércitos mongoles.

Las tierras en cuestión,  que pertenecían a la familia de Temujin  desde tiempos de su bisabuelo, pasaban por ser las mejores de las estepas mongolas. Por ellas discurrían dos ríos, el Kerulón y el Onón, que recogían las aguas de las montañas cercanas.  Ambos convertían a esta zona en una de las más fértiles para los pastos, con colinas llenas de abedules y abetos, donde abundaba la caza. En definitiva tras la muerte del Yesugei, estas tierras se convirtieron en el deseo del resto de clanes, al quedar bajo la supervisión de un niño de 13 años.

Temujin se convierte en Gengis Kan.

El principal candidato a poseer los territorios del joven Temujin fue Targutai el jefe del Clan de los Taidjusts. Este lo tenía fácil, ya que la mayor parte de los súbditos habían abandonado al joven mongol, para acudir a su servicio. Pero este hecho no debió ser suficiente para Targutai y decide ir a por el joven Temujin. Un ejército encabezado por él mismo se dirigió a la aldea de nuestro protagonista. La madre de Temujin le dijo que huyera y no se preocupará, aquellos hombres solo lo querían a él, por lo que su familia estaría a salvo.

Temujin hizo caso expreso de las órdenes de su madre y tras unos días cabalgando llegó a las montañas de Khingan, donde se mantuvo escondido una temporada. Pero el hambre se hizo evidente y en uno de sus descensos en busca de caza fue apresado por el Clan de los Taidjuts. Tras lo cual fue sometido a múltiples torturas, hasta que de nuevo con la ayuda de un joven extranjero consiguió huir.

Fotograma de la película «El Mongol»

La vuelta a la aldea debió ser  uno de los momentos más duros, junto a la muerte de su padre, del joven Temujin. La llegada del ejército de Turgutai, no debió ser como predijo su madre, ya que toda la aldea estaba arrasada y todo el ganado yacía carbonizado. Durante los siguientes días siguió el rastro dejado por su familia, hasta encontrarla completamente exhaustos, hambrientos y humillados. Fue ese momento en el cual Temujin dejó de ser un niño y tras prometer a su madre que nunca más pasarían por ese trance, decidió convertirse uno de los más grandes  conquistadores que la historia a conocido.

La estatua de Gengis Kan, nos desvela la importancia del personaje más importante de Mongolia.

Hasta aquí ha llegado el relato, mitad historia, mitad leyenda, de cómo un niño se convirtió en Gengis Kan. Destacar por último que a su muerte en 1227, cuando debía contar con alrededor de 65 años, su dominios llegaban desde el Océano Pacífico hasta el Mar Caspio. Además tanto su vida como su muerte se ha convertido en una de las leyendas más apasionantes de la historia, como refleja que ha día de hoy su tumba que sigue siendo buscada, así nos recuerda Historias de nuestra Historia.

Mas info: Harold Lamb, Genghis Khan emperador de todo los hombres, Ed. alianza, 1993

Imagénes: commons.wikimedia pinterest 

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