29 marzo, 2024

Desde siempre he oído hablar del Puente de Alcántara, mis padres Eusebio y Candela nacieron en aquel célebre pueblo en 1926. Ellos, junto a sus paisanos me solían hablar del mismo. Niños y adolescentes de posguerra que en muchos casos no tuvieron la fortuna de tener acceso a la educación, hablaban del mismo con orgullo. “Si, nuestro pueblo tiene el puente más antiguo y mejor conservado de toda España”, era la frase que salía de ellos en aquellas reuniones familiares, o también; “pues no hemos bajado veces, por aquel caminito que va desde el convento de las monjas al puente”. Sin duda, a pesar de no conocer la importancia real de tan impresionante construcción, sus frases y conversaciones denotaban un cariño especial por aquel puente.

Puente de Alcántara
Puente de Alcántara

No hace falta recordar que, en los años 80, sin cadenas de televisión, sin google, sin youtube, las únicas imágenes del Puente de Alcántara que yo tenía, venían de las fotografías, que adornaban las paredes de los centros culturales extremeños en Cataluña. Pues bien, allí estaba yo en aquel tórrido verano del 87 (os aseguro que no es una frese hecha), para encontrarme por primera vez con el Puente de Alcántara, por cierto, para los curiosos, en la imagen el primero por la derecha. Es necesario remarcar, que el motivo que me llevó a mis 18 años al pueblo de mis padres, no fueron las fiestas contiguas al Bar Lisboa, donde nos juntábamos los hijos de los inmigrantes llegados de diferentes partes de España, o sí, bueno dejemos este asunto para otra ocasión.

En aquellos momentos de mi vida, era un desmotivado estudiante del segundo ciclo de Formación Profesional, en la especialidad de Electrónica. Por lo que tras pisar el puente tomé conciencia de algo que me rondaba en la cabeza continuamente. En mi mente se empezaron a dibujar preguntas; ¿cómo se ha mantenido en pie 2.000 años? ¿los romanos fueron sus constructores, pero cuándo? ¿Qué pasó durante los otros periodos históricos? En definitiva, era la constatación de mi equivocación a la hora de elegir estudios tras la EGB. Afortunadamente con el tiempo he decidido subsanar mi error.

Ahora sé que el puente se erigió a principios del siglo II d. C., concretamente entre los años 103-106, durante el mandato del emperador más grande que tuvo Roma. Un tal Trajano, que para más inri nació unos 300 km al sur del majestuoso Puente romano de Alcántara. Ahora también puedo relatar que su obra fue financiada por una serie de pueblos, que desde Augusta Emerita comerciaban con la actual comarca de la Beira portuguesa, y que vio pasar carros cargados minerales y productos agrícolas. Qué, aunque no se considerara uno de los caminos más transitados de la Hispania Romana, su ingeniero Cayo Julio Lacer acertó de pleno son su sistema constructivo. Sus seis arcos descansan sobre cinco pilares, el central siempre cubierto de agua y los dos sucesivos durante gran parte del tiempo. Por lo que su cimentación rebajando precisamente la roca natural de la zona, fue la clave para que las aguas del rio Tajo los respetaran miles de años.

Pero sobre todo conocemos, que sí hoy día está en pie, es por el esfuerzo de los alcantarinos y otras muchas personas durante la historia. Con gran probabilidad hasta 1213 el puente se mantuvo intacto, como bien dijo el célebre geográfico musulmán Al-Idrisi; en el siglo XII era una de las maravillas del mundo. Pero en aquellos momentos las luchas entre los almohades y el rey de León Alfonso IX, le llevaron a perder el primer arco de la orilla derecha. Debió de ser reparado a los pocos años, para vivir una de las anécdotas que a buen seguro nos harán reflexionar al final de este artículo. La misma ocurrió a finales del siglo XV en plena guerra entre portugueses y castellanos; en un momento dado el Duque de Villahermosa, hermano de Fernando de Aragón, amenaza con tirar el puente abajo.  La respuesta del rey de Portugal fue contundente; “no tiréis el puente, para conquistar Castilla rodearé por otro lugar para no desgastarlo, es más no quiero el reino sin dicho puente”.

Grabado del puente del siglo XIX, antes de su última reconstrucción.
Grabado del puente del siglo XIX, antes de su última reconstrucción.

Posteriormente grandes reyes como el Emperador Carlos V, o Carlos III en el siglo XVIII dejaron su impronta en el monumento después de sendas reparaciones. En 1858, cuando reinaba Isabel II, gracias a los esfuerzos de la Academia de la Historia, se llevó la reparación de arco del triunfo central para adquirir su fisonomía actual. Por supuesto, en todas se respetó el trazado original, que construyeron nuestros antepasados en el siglo II.

De repente llegamos al siglo XXI, donde cualquiera puede comprobar el deterioro que en los últimos años ha sufrido el Puente de Alcántara, y ¿Qué nos encontramos? Pues unas autoridades que dan la espalda al problema, sinceramente cuesta entender que una construcción como esta, no haya sido catalogada como Patrimonio de la Humanidad, en vez de eso, tiene que seguir soportando el paso de camiones por encima. Señor Felipe VI, posiblemente me meta donde no me llamen, pero a lo mejor sería fenomenal que nuestros descendientes se encontrarán una plaquita en el Puente de Alcántara con su nombre, aunque sinceramente pocas esperanzas tengo.

Imagen del puente en la actualidad, publicada por los amigos del Dia de la Romanidad.
Imagen del puente en la actualidad, publicada por los amigos del Dia de la Romanidad.

No me queda más remedio, en recuerdo de aquel verano del 87, que apelar a los mis amigos promotores del Día de la Romanidad. Federico Romero, Pedro Villanueva y León Arsenal, que fantástica idea tuvisteis promocionado esa festividad, y nuevamente denunciando en estos últimos días el deterioro del Puente de Alcántara. Gracias por vuestro esfuerzo, y por supuesto, desde Caminando por la Historia, nos sumamos a cualquier acción que se promueva desde vuestra asociación. A los lectores, os invito a leer este articulo para conocer de primera mano su actual estado: diadelaromanidad.

Mas info:

Cuadernos Populares, Juan J. Villarroel Escalante, Ed. Regional de Extremadura, 1991.

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