28 marzo, 2024

Puestos a buscar las causas de la expansión del Imperio Romano, las calzadas jugaron un papel trascendental, en especial para el transporte de las tropas a todos los rincones de la geografía romana. Sin duda  se convirtieron en el vehículo transmisor de ideas, la denominada romanización o expansión de la cultura romana no hubiera sido tan efectiva sin estas calzadas, baste como ejemplo la Península Ibérica donde se llegaron a contabilizar más de 11.000 km  de las mismas. Hoy en Caminando por la Historia vamos a dar a conocer algunas de las curiosidades acerca de este elemento imprescindible de la romanización.

La primera calzada romana fue mandada a construir por un ciego.

Nos remontamos al año 312 aC., en aquellos momentos la ciudad de Roma se hallaba en plena fase de expansión para conquistar la Península Itálica. Concretamente se encontraban inmersos en la segunda de las guerras samnitas, que tenían como centro de operaciones la zona de Capua. Ese mismo año es proclamado censor de Roma; Apio Claudio el Ciego, saltándose el consabido “cursus honorum”, al ser el hijo de Cayo Claudio Craso, el dictador romano.

Es conocida su discapacidad gracias a Tito Livio, este aspecto no impidió que  sus primeras decisiones fueran acertadas. En primer lugar mandó la construcción de algunas colonias tanto en el Lacio, como en la Campania, que hicieran de punta de lanza para la conquista del sur de Italia. Para unir estas con Roma y con Capua, la zona del conflicto, se decide la construcción de la primera calzada romana, su nombre Vía Apia.

La Vía Apia
La Vía Apia

La vía contaba con una anchura de ocho metros, por los cuales podían discurrir tranquilamente dos carros en sentido contrario. A ambos lados había una acera de cerca de un metro de ancho. Todo ello rematado con una oscura piedra basáltica. Si al principio contó con 195 km de largo, tras las sucesivas conquistas de la Republica de Roma se acabará ampliando para unir los 548 km entre Brindisi y la capital romana. Tras lo cual se convirtió en la vía principal de los ejércitos, y del comercio entre la capital y el mediterráneo.

Las cunetas de la Vía Apia se llenaron de fallecidos.

Tras la construcción de la Vía Apia sus cunetas comenzaron a ser ocupadas por multitud de sepulcros, tumbas o impresionantes monumentos funerarios. El motivo hay que buscarlo en unas leyes previas, concretamente de mediados del siglo V aC. En las denominadas leyes de las XII tablas, precisamente en la tabla número 10, aparece la disposición que niega el derecho a ser sepultado o incinerado en el interior de la ciudad de Roma. Por lo que evidentemente la recién construida Vía Apia suponía una buena forma para que los romanos se acercaran a la tumba de sus allegados.

Además de tumbas personales se llevó a cabo la construcción de decenas de cementerios paganos. Destacar también las catacumbas de San Calixto a escasos 2 km de Roma, y morada cuatro pisos por debajo del suelo, de los primeros cristianos fallecidos en la capital imperial. Pero por encima de todas destaca la enigmática tumba de Cecilia Metela, un impresionante Mausoleo de forma circular y de más de 29 m de diámetro. Poco o nada se conoce de la vida de su moradora, más allá de que fue la hija de Quinto Cecilio Metelo, y nuera de Marco Licinio Craso, conocido entre otros motivos por su desastroso final en la Batalla de Carras contra los Partos.

Catacumbas de San Calixto junto a la Vía Apia
Catacumbas de San Calixto junto a la Vía Apia

¿Qué se tardaba en ir de un lado a otro?

Indudablemente este aspecto iba en función del medio de locomoción elegido. Los romanos más pudientes contaban con una especie de literas que eran portadas a mano por esclavos, la velocidad media era muy pequeña pero en cambio las comodidades para el patricio eran las máximas. Por las calzadas romanas discurrían todo tipo de carruajes, desde los que llevaban las legiones, que no solo iban a pie,  hasta los propiamente de transporte de mercancías. Al menos los había de dos y cuatro ruedas,  estaban tirados por mulos, caballos, o bueyes dependiendo del peso que debían soportar.

Rodadas de los carros en Pompeya
Rodadas de los carros en Pompeya

Dicho lo cual evidentemente el medio de locomoción más rápido era a caballo, según algunos cálculos se podían recorrer una media de 70 km diarios. No hace falta decir que era una media que se podía superar en caso de necesidad. Como bien nos mostró Julio César en su obra “la guerra de las galias”, que nos relata que cubrió en menos de 8 jornadas el viaje entre Roma y Ginebra distantes unos 900 km.

Destacar por último uno de los colectivos que se convirtió en uno de los principales usuarios de las calzadas romanas. El correo postal que fue introducido en Roma por el primer emperador Augusto y que se convirtió en unos de los elementos imprescindibles para la descentralización del aparato imperial. Normalmente se efectuaba mediante ligeros carruajes tirados por veloces caballos que recorrían una media de 55 km diarios. Al menos eso podemos deducir tras conocer que Ovidio, el poeta romano contemporáneo de Augusto, tardaba unos 9 días en recibir la correspondencia, que le era enviada desde Roma a su mansión de Bríndisi, distantes los 548 km antes relatados.

El itinerario de Antonino, el mapa de carreteras más completo de Roma.

Nos encontramos ante el documento más excepcional de todos los hallados en torno a las calzadas romanas, con una precisa descripción de los principales itinerarios del Imperio. Además su estructura es sencilla y clara, las calzadas van numeradas y junto al nombre de la misma aparecen su origen y final, más la distancia total en millas. Todo ello completado con detalladas descripciones, como por ejemplo, de las principales paradas del camino, o las más importantes ciudades intermedias. Gracias al mismo conocemos la gran red de calzadas que se construyeron en la Hispania romana, si bien en el documento aparecen 34, queda constancia de que fueron algunas más por los restos de miliarios hallados.

Hispania, según el Itinerario Antonino
Hispania, según el Itinerario Antonino

Hoy en día existe un consenso bastante generalizado de que dicha obra fue actualizada a través de los años, este aspecto nos lo demuestra una serie de hechos. Sin ir más lejos el nombre del mismo, “antonino” fue adoptado en tiempos de Caracalla (211-217), el emperador romano cuyo nombre original es Marco Aurelio Severo Antonino Augusto, no pudo ser de otra forma ya que aparece la provincia de Britania. Pero incluso el nombre genera algunas controversias entre los que piensan que el documento original es de los tiempos de Antonio Pio (138-161) o su sucesor Marco Aurelio. Destacar por último que el documento contiene algunos itinerarios que solo pudieron ser añadidos en tiempos de Diocleciano (284-311), lo dicho, todo parece indicar que la obra fue sometida a diversas ampliaciones.

No solo había puentes en las calzadas, sino también túneles.

Ciertamente una de las estructuras más conocidas de las antiguas calzadas romanas fueron sus puentes, sin duda los romanos se convirtieron en unos expertos constructores, como demuestran los múltiples ejemplos que podemos ver hoy día. Pero también aunque no hayan trascendido tanto, tenían una depurada técnica para la construcción de túneles, ya demostrada la hora de transportar el agua a las ciudades. Dicha técnica al servicio de los arquitectos de las calzadas romanas le permitía excavar la montaña al unísono desde los dos lados de la montaña sin cometer errores.

Túnel de Furlo
Túnel de Furlo

La mayoría de ejemplos se encuentran en Italia, entre ellos podemos destacar la Cripta napolitana, un túnel de más de 700 m que unía la zona de Nápoles con los Campos Flégeos, esta era una zona de aguas termales situadas a unos 10 km de la ciudad. Dicho túnel fue perfectamente descrito por el filósofo Séneca como un lugar estrecho, sombrío y oscuro, todo ello a pesar de contar con ventilaciones e incluso bien pudo estar iluminado con lucernas, fue cerrado al público en el siglo XIX debido a los peligros que comportaba. No corrió igual con el túnel de Furlo, que es uno de los pocos que siguen en la brecha hoy día. Se trata de un pequeño túnel de 38 m, concluido en tiempos de Vespasiano en la Vía Flaminia la principal calzada que unía Roma con el Mar Adriático, como ha quedado dicho por su interior pasan hoy día los automóviles del siglo XXI.

Más Info:

Vías e itinerarios: de la Antigüedad a la Hispania romana, José María Blázquez Martínez.

Vías romanas, ingeniería y técnicas constructivas, Isaac Moreno Gallo, 2006.

Imágenes: commons.wikimedia

4 comentarios en «Algunas curiosidades sobre las calzadas romanas.»

  1. La Via Apia sólo llevaba losas cuando atravesaba las ciudades y en Roma, a las afueras, hasta donde acababa el cementerio, el resto de la vía era de material granular para facilitar la comodidad del tránsito.

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