23 abril, 2024

A finales del siglo XV el Océano Atlántico seguía siendo un mar tenebroso. Como había señalado Al-Idrisi cuatro siglos antes, repleto de enormes monstruos. Los viajeros que llegaban a Compostela se acercaban Finisterre convencidos de que al otro lado nada existía.  A pesar de eso ya había sido explorado por portugueses y españoles a lo largo de toda esa centuria. Los primeros llegando hasta el Cabo de las Tormentas y los segundos dominando las Islas Canarias. Pero faltaba que alguien decidiera dejar de bordear las costas y enfrentarse a aquel inmenso océano de frente. Aquel loco visionario fue Cristóbal Colón, que vivía atormentado y obsesionado con ser el primero, pero necesitaba que alguien lo empujara y ese alguien, años después, fue una mujer, Isabel I de Castilla.

Cristóbal Colón era más que un loco visionario. En 1485, que es cuando se inicia su relación con los Reyes Católicos, debía tener unos 34 años, y más de la mitad de su vida la había pasado a bordo de un barco. Había pisado lugares tan distantes como el Castillo de San Jorge de la Mina en el Golfo de Guinea, y la isla de Islandia. Colón era un hombre que viajaba con una maleta cargada de libros. En ella estaban presentes entre otros; Ptolomeo, Pierre d’Ailly un astrólogo de principios del siglo XV o Silvio Picolomini uno de los Papas más destacados del Renacimiento italiano.

Pero lo que nunca le faltaba era un libro de Marco Polo. Su lectura obsesionó a Cristóbal Colón, en la idea de que la relación tierra-mar en el planeta era más equilibrada de lo que se pensaba, y que aquel fantástico Cipango estaba más cerca de lo que todos decían. Toscanelli con sus erróneos cálculos era su tabla de salvación, y la que daba rienda suelta a su determinación por cruzar el Océano.

El libro de las maravillas de Marco Polo
El libro de las maravillas de Marco Polo

Cristóbal Colón llega a La Rábida.

Lo que esperaba al otro lado del Océano debía encandilar a las coronas europeas. El comercio con Oriente encontraba dos grandes obstáculos. El primero la deficitaria balanza de pagos, sí, Europa pagaba ingentes cantidades de dinero para conseguir artículos de lujo o las ricas especias orientales. Por otro lado, los reinos musulmanes ejercían un enorme tapón comercial, y desde la perdida de Acre, los aranceles y el continuo clima de guerra dificulta las relaciones comerciales. Como se descubrió poco después, incluso el Sacro Imperio Romano Germánico, con destacados cosmógrafos como Martin Behaim o Jerónimo Münzer estudiaban proyectos similares.

Como es conocido Cristóbal Colón acudió primero a los portugueses, pero estos tenían por entonces todas sus expectativas puestas en el lucrativo comercio de esclavos con el centro de África, y sus ilusiones puestas en bordear el continente africano para llegar a Oriente. Las resoluciones del tratado de Alcazobas (1479), dejaban en manos portuguesas dicha aventura, ya que a los castellanos se les prohibía pasar de las Islas Canarias.

De tal forma que Colón decide exponer sus ideas al vecino. Llega al Monasterio de la Rábida en Huelva a principios del año 1485. Colón llega allí viudo, sin dinero, y rodeado de deudas.  Le acompaña un niño de poco más de cinco años al que conocernos en el futuro como Diego Colón. En el cenobio le esperaban frailes como Antonio Marchena, nobles como el Duque de Medinaceli, o políticos como Alonso de Quintanillas, todos acabaron gratamente sorprendidos y contagiados por el entusiasmo del navegante genovés.

Pintura que representa la llegada de Colón a La Rábida, de Benito Mercadé
Pintura que representa la llegada de Colón a La Rábida, de Benito Mercadé

En las sucesivas reuniones acudieron expertos de diferentes campos; abogados, profesores universitarios o experimentados marineros. La labor de Colón era arriesgada, ya que tenía que convencer a todos de la posibilidad real de llegar al otro lado de océano.  Pero a pesar de sus enormes convicciones, no podía mostrar en ningún momento que aquello pudiera ser sencillo, y que cualquiera se aventurara a ello.

Con gran seguridad sus errores geográficos, aportación de Toscanelli, le hicieron mella. Aquellos hombres no dieron por buenos los cálculos de Colón, según los cuales la distancia a Cipango era de 4.500 km y con islas como Azores, Madeira, o Canarias para hacer escala, pudiendo llegar al otro lado en un mes. Catorce siglos antes, Ptolomeo había calculado el triple, tenía razón. Por lo tanto, era normal que los allí reunidos desestimasen su oferta.

La aventura llega a oídos de Isabel la Católica.

Pero los frailes de La Rábida se encandilaron de otro aspecto que le esperaba al otro lado del océano, la posibilidad de llevar el cristianismo a oriente por una vía marítima directa. A Isabel de Castilla se le apodó como “la católica” por un motivo que salta a la evidencia. Antonio de Marchena guardián del convento de La Rábida escribe una carta a su amigo Hernando de Talavera confesor de la reina castellana.

Por hacer una burda comparación, a finales del siglo XV los marineros y aventureros eran los superhéroes literarios del siglo XXI. Sus hazañas corrían de boca en boca entre las más altas esferas sociales, no había biblioteca de noble o rey en la que faltara el “Libro de las maravillas del mundo” de Marco Polo. Isabel que acababa de tener a su última hija, Catalina, la que sería reina de Inglaterra, propone un primer encuentro con Colón. El lugar elegido fue el Palacio Arzobispal de Alcalá de Henares. Andrés Bernáldez, cronista de los Reyes Católicos nos describe el ir y venir de Colón desplegando con enorme entusiasmo sus mapas sobre la mesa, así como la contagiada ilusión en el rostro de la reina proponiendo un segundo encuentro.

Palacio Arzobispal de Alcalá de Henares
Palacio Arzobispal de Alcalá de Henares

Este controvertido, por las fuentes de la época, segundo encuentro entre Isabel y Colón tuvo lugar en el convento de San Esteban en Salamanca, en el invierno que iba de 1486 a 1487. Controvertido porque no se refleja en ninguna fuente castellana hasta un siglo después, dicha fuente es obra de Antonio Remesal de principios del siglo XVII. El Profesor Manuel Fernández Álvarez la da por buena, añadiendo que fue fruto de la trasmisión oral de los conventos. Un encuentro entre Isabel I y Colón en las dependencias de un convento, no era un hecho baladí, que pudiera ser olvidado.

Aquí no queda constancia de la presencia de Fernando de Aragón. Como tampoco queda constancia de quien dio la orden a los sirvientes de la Corona a comenzar a enviar dinero a Colón. 3.000 maravedíes el de 4 julio de 1487, y 4.000 más, el mes de octubre del mismo año. Es evidente que alguien se había contagiado, por el motivo que fuese, de aquella loca aventura. Fernando de Aragón seguro que no fue.

Isabel y Colón tratando de convencer a Fernando de Aragón.

Retomamos la historia dos años después. Dos años que a Colón debieron parecerles eternos. Los Reyes Católicos estaban inmersos en la toma de Granada, el último bastión musulmán tras ocho siglos de historia. Es de suponer que una acérrima católica como la reina debía estar enfuscada en la conclusión del proyecto reconquistador, y por lo tanto, todos los fondos castellanos iban a parar a esta notable empresa.

Colón se dirige de nuevo a La Rábida, no está dispuesto a esperar más, sino consigue el apoyo de la Corona de Castilla estaba dispuesto a buscarlo donde fuera. Hay que entender que el apoyo no solo era económico, detrás del océano existía un lugar que luego necesitaría de ingentes recursos para ser explotado comercialmente, y sin saberlo, políticamente. Una corona era imprescindible para el proyecto.

Claustro de Santa María de la Rábida (Huelva)
Claustro de Santa María de la Rábida (Huelva)

Los frailes del convento no estaban dispuestos a perder la oportunidad, reteniendo el marinero genovés con promesas de apoyo hasta el final. Antonio Marchena vuelve a sacar la pluma y escribe de nuevo a la reina. Al mismo tiempo una comitiva dirigida por el fraile Juan Pérez se dirige a Santa Fe a escasos kilómetros de La Alhambra granadina, donde la reina acompañaba a Fernando de Aragón en la conquista de Granada. Unos días después, Colón recibe 20.000 maravedíes más con dos peticiones: no moverse de allí y hacerse nuevos trajes para presentarse ante los reyes un poco más adecentado.

Dos años más. En diciembre de 1491 Granada está a punto de capitular. Era el momento de escuchar definitivamente a Colón. La reunión tuvo lugar en las dependencias del acuartelamiento de Santa Fe. Colón acudió dispuesto a jugar todas sus cartas, porque sabía que podía ganar. Lo más importante no era el dinero, sino la promesa real de convertirlo en Almirante si llegaba a tierra firme al otro lado del océano. Una distinción que lo pondría directamente al mismo nivel que la alta nobleza castellana. Fernando de Aragón monta en cólera.

“un simple aventurero no puede tener el mismo cargo que mi tío, el Almirante de Castilla”

Solo Isabel I de Castilla creyó en Cristóbal Colón.

La conquista de América solo tuvo una corona detrás, esa fue la Corona de Castilla. La unión dinástica que llevaría al nacimiento de la España que hoy conocemos, seguía muy lejos de estar unida en sus propósitos.

Luis Santángel
Luis Santángel

Ahora entrará en escena un nuevo personaje, Luis Santángel, a pesar de haber estado siempre presente, se tornará determinante en la salida de la expedición de Colón hacia aquella desconocida América. Retoma la historia Hernando de Colón, hijo de Cristóbal

Luis Santángel se presentó ante la reina para decirle que, no conseguía entender que ella, siempre con ánimos a emprender negocios, ahora desistiese de uno con poco coste económico y enormes rentas si se conseguía”

La puntilla vino desde el aspecto religioso.

“que tantos servicios a dios, y a la iglesia podía reportar”

Además, Luis Santángel le proporcionó dos motivos trascendentales. Si aquella empresa llegaba a buen puerto, que hubieran pensado de ella sus hijos, y lo que era peor, que iba a decir la historia de los Reyes Católicos si caía en manos de otra corona europea.

Isabel se dirigió a Fernando, a la misma vez que mandó llamar a Cristóbal Colon que andada de camino de Huelva.  Pero a Fernando de Aragón nada le hizo cambiar de opinión, si accedió a que Colón partiera rumbo al otro lado del océano, fue por su determinación de que iba a acabar en el fondo del mar. Años después, en 1512, se lo confesaba a Juan Ponce de León, temeroso de aventurarse a navegar hacia el norte de las Antillas. Si aquel “loco aventurero” no se hundió en el mar tu nada debes temer.

Cristóbal Colón.
Cristóbal Colón.

El 17 de abril de 1492 firmaron el pacto en las conocidas Capitulaciones de Santa Fe. El 3 de agosto zarparon la Niña, la Pinta y la Santa María rumbo a Canarias. El 12 de octubre de 1492, aquel viaje cambio para siempre la historia de la humanidad. Así se lo agradeció años después Cristóbal Colón a Isabel la Católica.

“Solo la reina, mi señora, dio espíritu de inteligencia y esfuerzo grande, y de todo se hizo heredera, de todo esto que fui a tomar en su real nombre. Por culpa de la ignorancia de todos, traspasando su poco saber al hablar de inconvenientes y gastos”.

Lecturas recomendadas:

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2 comentarios en «Isabel I de Castilla, la mujer que creyó en Cristóbal Colón.»

  1. Con Isabel y Colón dio inicio a la transformación geopolítica y cultural de dos mundos entre sí desconocidos. Humanidad y la Civilización cambiaron profundamente en sus conceptos y se escribió con punto de inflexión la historia moderna.

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