28 marzo, 2024

Dentro de la historiografía española hay un debate permanente, que divide a historiadores en dos grupos antagónicos. Por un lado, los que defienden la supuesta reconquista hispana sobre los musulmanes y, por otro lado los que apoyan la tesis de que no hubo reconquista. Para estos últimos a una conquista musulmana, le sucedió una conquista por parte de los nuevos reinos cristianos del norte peninsular. Si a alguien le interesa mi humilde opinión sobre el tema, la puede leer en este artículo: conquista-o-reconquista

El misterioso Don Pelayo

Si hay un personaje clave en esta historia es Don Pelayo, el héroe que defendió las montañas de Covadonga de los musulmanes, de ahí que el quid de la cuestión sea el origen del bravo defensor. No por qué nos interese solo su procedencia, sino por qué de conocer dicho origen, sabríamos si el Reino de Asturias es una continuidad del Reino Visigodo, o una entidad política independiente del mismo.

Estatua de Don Pelayo en Gijón
Estatua de Don Pelayo en Gijón

Los que defienden la primera postura, entre ellos el historiador Claudio Sánchez-Albornoz, se basan en los cronistas del rey astur Alfonso III (866-910). Dicho rey, más de un siglo y medio después de los hechos de Covadonga busca la legitimación a la guerra contra los musulmanes proclamando que Don Pelayo era un conde godo, que tras el desastre de Guadalete en el año 711 se refugia en Asturias para restaurar la monarquía visigoda de Toledo.

En el otro extremo encontramos a los historiadores Abilio Barbero y Marcelo Vigil, que en los años 60 del siglo XX sacan a la luz un trabajo que echa por tierra la supuesta “reconquista” que se enseñaba en todos los colegios de España. Para ellos los territorios asturianos habían sido escasamente romanizados y el reino Visigodo de Toledo nunca llegó a integrar a los mismos dentro de su estructura política. La conquista de los territorios de los árabes estuvo protagonizada por una nueva fuerza militar basada en la corriente “prefeudal” que recorría Europa, y que en el norte peninsular emergía directamente desde los pueblos prerromanos.

En la actualidad se trabaja principalmente por unificar ambas posturas, entendiendo que en un término medio encontraremos la virtud. Sobre Don Pelayo, destacar que su nombre era romano, no germano, y los propios árabes lo llamaban “Pelayo el romano”. Es decir que con gran probabilidad descendía de alguna familia tardorromana. En definitiva, todos los hallazgos arqueológicos en Asturias apuntan a más que una notable romanización del territorio, poniendo en entredicho las posturas del tándem Barbero-Vigil.

Lo que no queda tan claro, es que el territorio donde emergió el Reino Astur estuviera bajo el paraguas político del reino Visigodo de Toledo, cuestión esta que pone en entredicho la reconquista visigoda. Tras la caída del aparato imperial, los señores astur romanos se hacen con el control económico del territorio en cuestión. No existen fuentes que atestigüen la presencia visigoda en la actual Asturias, ni arqueológicas, ni registros en las iglesias, ni enterramientos visigodos.

Por otro lado, fueron varios los reyes visigodos que llevaron a cabo campañas militares contra los pueblos del norte, incluidos el que nos atañe, el astur romano. El primero de ellos, Leovigildo (568-586), que previamente a la conquista del Reino Suevo situado en la Gallaecia, atacó y conquistó Peña Amaya, un enclave muy importante del sur de la Cordillera Cantábrica, que ejercía el control militar de la meseta castellana. También luchó en aquellos territorios Sisebuto (612-621), al menos eso parece tras el hallazgo de monedas acuñadas en una ceca situada en el actual oeste de Asturias, y que debieron servir para financiar la empresa militar. Por último, Wamba (672-680), que penetró en Cantabria para erradicar las revueltas de estos pueblos situados al otro lado de la Cordillera Cantábrica. Es decir, parece difícil pensar que el Reino Visigodo ejerció un claro poder más allá de las montañas, donde se resguardo el cristianismo en la Península Ibérica, tras la llegada de los contingentes que profesaban la fe islámica.

Homón de Faro.

Como bien dice mi amigo Ángel Lunar; “si las piedras hablaran…” a buen seguro que en este lugar nos contarían el secreto mejor guardado sobre el origen del Reino de Asturias.

Nos trasladamos al interior de Asturias, concretamente a un cordal de montañas situadas entre los municipios de Ujo y Aller. Allí en el siglo XIX se descubrieron los restos de tres campamentos romanos, situados en puntos estratégicos de la vía romana de la Carisa. El mayor de los tres fue bautizado en el nombre de Campamento romano del monte Curriechos, tenía cerca de 8 ha y pudo servir de refugio a la Legio V Alaudae. Lo que más llamó la atención fue su altitud, 1727 m s. n. m., sin duda uno de los más altos de Europa. Otro aspecto que reclamó el interés de los arqueólogos Tuñón y Quirós, fue un gran foso excavado en las cercanías del campamento y que ofrecía un sistema defensivo exterior a los mismos.

La nevada tapa los restos del Campamento romano de la Carisa
La nevada tapa los restos del Campamento romano de la Carisa

Hasta principios del siglo XXI no se retomaron las excavaciones en la zona, por parte de un equipo dirigido por los arqueólogos Jorge Camino, Rogelio Estrada y Yolanda Viniegra.

Pronto les llamó la atención el singular foso defensivo exterior, acometiendo seguidamente una serie de excavaciones para encontrar respuestas a esta construcción. Las sorpresas aumentaron con las mismas. Se hallaron los restos de una primera muralla de unos 4 m de altura excavada directamente sobre la piedra, y sobre esta, tras una ancha berma se erigía una segunda muralla de 6,50 m de anchura, compuesta de dos muros de mampostería recebada de barro y rellenada con gran cantidad de cascotes. La construcción debió tener gran consistencia debido al hallazgo de profundos cimientos.

Al otro lado de la Vía romana de la Carisa, en la zona conocida como Busián, los arqueólogos encontraron otra muralla, que tenía grandes diferencias constructivas con la primera. Fue levantada sobre la montaña, de tal forma que los restos de su derrumbe se esparcieron por la pendiente de la misma, la gran cantidad de estos hacen pensar que dicha muralla pudo tener hasta tres pisos de altura. Su grosor en la parte inferior es de más de un metro, y se elaboró con aparejo y argamasa. En uno de sus extremos se hallaron los restos de una base cuadrangular de unos 7 m de lado, que posiblemente unían ambas construcciones en la zona baja de la montaña. Por lo tanto, debió ser una especie de torre defensiva. Por lo demás, no se encontraron restos materiales que ayudaran a datar las construcciones, lo más destacados fueron más de un centenar de guijarros redondeados, que con toda probabilidad eran usados como proyectiles.

Restos de la torre de Busián, al fondo el cordal de Homón de Faro.
Restos de la torre de Busián, al fondo el cordal de Homón de Faro.

Todos los restos hallados llevaron a los arqueólogos de Homón de Faro, a recordar un estudio que en 1949 había realizado J. Uría Riu en el cordal de La Mesa, situado entre los municipios Somiedo y Teverga a unos escasos 30 km en dirección oeste. En 2004, unos meses después de las excavaciones referidas, nuestros protagonistas se desplazaron al Camino Real de la Mesa, que pasa por otra antigua vía romana. Allí comprobaron que las construcciones estudiadas por J. Uría Riu eran muy similares a las halladas en Homón de Faro.

Datación de Homón de Faro.

Era evidente que todas estas construcciones no fueron erigidas por los romanos, y todos los datos apuntaban, por lógica, a un potente pueblo prerromano de los astures, que vendieron cara su derrota antes las huestes del emperador Augusto. Pero la datación dio un nuevo vuelco a las investigaciones.

Datar los restos arqueológicos de Homón de Faro no fue sencillo, ya hemos comentado que no se hallaron lo que los arqueólogos denominan un “fósil director” es decir restos materiales, por ejemplo, objetos, que se puedan asignar a un periodo concreto. La mejor solución fue la datación con C14. Aunque no estuvo exenta de problemas debido a las minúsculas partículas orgánicas obtenidas, el resultado fue de una gran fiabilidad.

La datación fue tan fiable como sorprendente, ya que dio una horquilla entre medidos del siglo VII y principios del VIII, ambos de nuestra era. Es decir, más de 700 años después de que los romanos conquistaran el norte de la Península, dichas piedras se convirtieron en espectadoras de primera mano del nacimiento del Reino de Asturias.

¿Quién construyó las murallas de Homón de Faro?

Es la pregunta clave para obtener datos contundentes sobre el origen del Reino de Asturias. Las murallas de Homón de Faro y sus hermanas de La Mesa fueron construidas por una organización política de cierta entidad, no se entiende de otra forma, ya que la construcción de estos sistemas defensivos fue gracias a la movilización de gran cantidad de recursos, tanto personales, como económicos. Si echamos un vistazo a los acontecimientos históricos de dicho periodo, nos encontramos que solo dos entidades políticas pudieron acometer dichas construcciones. Cualquiera de las dos opciones arrojaría un rayo de luz a las investigaciones sobre el origen del Reino de Asturias, y por lo tanto esclarecería en parte la discusión entre los historiadores en referencia la “Reconquista”.

Lo cierto es que las murallas se hicieron para defender los antiguos pasos romanos de la llegada de un ejército desde el sur, con la intención de penetrar en el corazón de la actual Asturias.

Si fueron erigidas antes de la conquista musulmana de la Península (711), solo cabe la opción de que sus constructores fueran los terratenientes astur romanos en pos de defenderse de Reino Visigodo, en este aspecto podemos recordar las campañas militares del rey Wamba entre los años 672-680. De ser así, encontraríamos un Reino de Asturias que hundiría sus raíces más allá del año 711, fecha en la que se da salida a su origen, por lo tanto, pondría en serias dudas la defensa de la “Reconquista”.

La otra opción es que se construyera tras dicho año 711, después de la llegada de los visigodos que huían de la derrota de Guadalete. Estos se unirían de alguna forma con los nobles astur romanos de la zona para hacer frente al enemigo común que atravesaba la Península Ibérica, desde el norte de África. Este hecho daría mayor verisimilitud a los que apoyan que el Reino de Asturias es de origen visigodo y por lo tanto la “Reconquista” estaría más justificada.

A modo de conclusión.

Una vez más los amantes de la historia nos chocamos con la realidad. Desde las excavaciones de principio de siglo XXI, no se ha vuelto a llevar a cabo ninguna campaña arqueológica en Homón de Faro. Considerando de la importancia que tiene para nuestra historia lo sucedido durante su construcción, es realmente incomprensible que no se hayan destinado recursos a acometer una profunda investigación del lugar. Por lo tanto, y mientras las piedras no hablen, seguiremos esperando que nuestras autoridades decidan investigar sobre nuestro pasado, para conocer mejor nuestro presente.

Mas info:

Historia antigua de la Península Ibérica, época tardoimperial y visigoda, J. J. Sayas Abengochea y Manuel Abad Valera, Ed. Uned 2013

A propósito de las fortificaciones lineales astures de Homón de Faro (La Carisa) y El Muro (La Mesa), Jorge Camino, Rogelio Estrada, Yolanda Viniegra, Territorio, Sociedad y poder, nº 2, 2007 pp 53-64.

La formación del territorio de Asturias en el periodo de la monarquía asturiana, José Avelino Gutiérrez González,  2007.

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