29 marzo, 2024

 

Es difícil precisar el momento en el cual los humanos decidieron despedirse de sus antepasados. Según el profesor Juan Luis Arsuaga, el Homo Heidelbergesis que habitó las praderas burgalesas hace 400.000 años ya poseía esta capacidad de mostrar sus sentimientos ante la pérdida de un ser conocido, de tal manera que dicha especie humana, ya hubiera podido tener la necesidad de efectuar un ritual para acompañar al fallecido en el tránsito final.

Si con el Homo Heidelbergis entramos de lleno el mundo de las interpretaciones, en las dos últimas especies humanas que han convivido en la prehistoria, es decir Neandertales y Sapiens, este ritual de despedida es un hecho constatado. Destacar que los rituales de despedida han sido muy variados, aunque podemos apuntar dos principales; la inhumación y cremación de los cadáveres. Junto a ellos uno llama la atención; dejar que los buitres se encarguen del difunto para su elevación al cielo. Este hecho que a simple vista nos puede parecer una vuelta a los orígenes, encierra profundas creencias entre las diferentes culturas que lo practicaron, e incluso practican en la actualidad.

Las primeras representaciones.

Para encontrar los primeros indicios de esta práctica nos debemos dirigir a Göbekli Tepe, considerado el primer santuario de la historia, y construido por cazadores recolectores algunos siglos antes de que aparecieran los primeros síntomas de sedentarización. En dicho lugar y durante una de las últimas campañas de excavación se halló la denominada “piedra del buitre”, en ella se halló esculpida una escena que nos delata este tipo de ritual al menos desde el X milenio a. C. Podemos observar como un buitre con una cabeza humana bajo el ala sobrevuela un cadáver, al que le falta dicha parte del cuerpo humano.

Piedra del buitre de Göbekli Tepe
Piedra del buitre de Göbekli Tepe

No es el único lugar donde se han hallado representaciones de este tipo. A unos 700 km del punto anterior se encontró uno de los poblados neolíticos más antiguos e importantes de la Península de Anatolia.  Hablamos de Çatalhöyuk, datado entre 6.500-5000 a. C. Su gran estado de conservación ha permitido hallar en sus paredes diferentes pinturas murales, entre ellas varias escenas similares a la anterior, donde varios buitres revolotean sobres cuerpos humanos sin cabeza. Estamos ante la constatación de una práctica habitual en un amplio espacio geográfico y temporal, durante la prehistoria de Oriente Próximo.

Representación de la escena de Çatalhöyuk
Representación de la escena de Çatalhöyuk

El zoroastrismo y los buitres.

Nos encontramos ante la religión que durante miles de años ha contemplado esta práctica dentro de sus rituales. El zoroastrismo es considerado una de las primeras religiones monoteístas de la historia, practicada por los pueblos iranios y grandes civilizaciones como los persas desde el II milenio a. C., contempla un único dios creador, Ahura Mazda. Entre las formas de despedir a sus muertos, hasta prácticamente el siglo XX, se contempla la entrega a los buitres.

Máxima extensión del Imperio Persa, su religión oficial el Zoroastrismo.
Máxima extensión del Imperio Persa, su religión oficial el Zoroastrismo.

Además, gracias a este largo espacio temporal conocemos grandes detalles del ancestral ritual. Antes del fallecimiento llegaban a casa los sacerdotes para dar las órdenes de limpiar al moribundo y la propia estancia donde debía fallecer, todo el ello rodeado de las primeras oraciones. Tras su fallecimiento se le debía volver a hacer una desinfección y lavado, para posteriormente colocarle las ropas de color blanco, y poder pasar el resto de la noche acompañándolo y recitando las diferentes partes del Avesta junto al fallecido.

El camino a la Torre del Silencio, que se hallaba en las afueras del poblado, se debía hacer de día, ya que el cadáver tenía que quedar expuesto al sol purificador. Además, debía ser transportado sobre una superficie metálica, ya que la madera al ser materia viva podía transmitir las infecciones, y siempre por un número par de portadores, es decir dos, cuatro, o seis, dependiendo del peso del fallecido. Por supuesto todos los portadores debían ir ataviados con ropajes blancos que taparan todo el cuerpo excepto de los ojos. Antes de llegar a la Torre los amigos y familiares menos cercanos tenían que despedir a la comitiva fúnebre, en el momento que se desnudaba el cuerpo solo había el jefe de familia, los familiares más próximos y los sacerdotes. Después de las últimas oraciones el cuerpo desnudo era abandonado para que fuera pasto de los buitres que elevarían el alma del difunto al cielo. Tras la labor de los buitres, en ocasiones realmente rápida, solo quedaba el esqueleto que debía ser machacado y convertido en polvo, luego este se vertía en un pozo anexo a la Torre del Silencio.

Torre del Silencio en las inmediaciones de la actual ciudad de Yazd (Irán) 
Torre del Silencio en las inmediaciones de la actual ciudad de Yazd (Irán)

 La práctica en los pueblos prerromanos de la Península Ibérica.

Esta práctica también está ampliamente documentada entre los pueblos prerromanos de la Península Ibérica, en concreto entre los de procedencia celta, hecho inequívoco que refuerza las hipótesis sobre el origen oriental de estos pueblos.

Recreación de la supuesta escena de despedida de un guerrero celtíbero.
Recreación de la supuesta escena de despedida de un guerrero celtíbero.

Las pruebas de la existencia del ritual de entrega a los buitres aparecen en las fuentes clásicas. En primer lugar, atenderemos a Silio Itálico un autor romano del siglo I d. C. que nos describe en diecisiete volúmenes la Segunda Guerra Púnica. Precisamente en el libro III nos describe esta práctica entre los pueblos celtiberos asignándola a la despedida de los guerreros más destacados de la comunidad. Después debemos añadir la visión de Claudio Eliano, un griego afincado en Roma y coetáneo de Septimio Severo, nos describe la misma escena, añadiendo el carácter sagrado que para los vacceos tenían estos animales.

Arqueológicamente las muestras son numerosas. En primer lugar, un inciso para significar que Blas de Taracena se apoyó en esta práctica para explicar la falta de una necrópolis en las inmediaciones de Numancia. El hallazgo en 1993 de dicha necrópolis minimizó notablemente la percepción de que el arrojo a los buitres fuera la práctica principal para despedir a los numantinos, pero los restos de cerámica con buitres sobrevolando cadáveres, dan la razón a las fuentes que señalan hacia un ritual de despedida de los más valientes guerreros de la comunidad.

Además de Numancia se han hallado restos en otros lugares de la Península, como por ejemplo en uno de los mayores grupos escultóricos prerromanos, en concreto el de Porcuna en Jaén, de todas las piezas rescatadas destacar un buitre sobre un cadáver, desafortunadamente dicha pieza es de la peor conservadas de la gran muestra. También en las estelas de Lara de los Infantes (Burgos), o en la gigantesca de Zurita (Cantabria) aparecen muestras de buitres sobrevolando cadáveres humanos. En concreto en las primeras se han intentado asignar a un conjunto de estelas donde aparecen restos de un ritual de despedida que incluían banquetes funerarios, aunque es difícil asegurar la práctica conjunta de ambos elementos.

Detalle de la Estela de Zurita (Cantabria)
Detalle de la Estela de Zurita (Cantabria)

Viaje al interior tibetano.

Hasta el día de hoy esta práctica se sigue produciendo, a pesar de la prohibición, en algunas aldeas indias, que son verdaderos reductos del zoroastrismo. Pero donde se encuentra más ampliamente documentada es en el interior de la Prefectura tibetana de Lhasa, en concreto en torno a los monasterios budistas de Drigung. Allí con el nombre de enterramientos celestes, los monjes siguen realizando a diario el rito de desnudar a los muertos en torno a centenares de buitres, que en cuestión de minutos acaban con los cuerpos.

Monasterio Tibetano de Drigung
Monasterio Tibetano de Drigung

Los budistas tibetanos en clara armonía con la naturaleza siguen pensando que la mejor forma de elevar a los cielos a sus difuntos es mediante el trasporte de estas aves carroñeras. Hoy día a pesar de la prohibición de tomar y sobretodo exhibir imágenes de esta práctica, por las redes sociales navegan desde fotografías a videos donde se observa esta macabra práctica. Este último adjetivo evidentemente es una apreciación personal, de mis ojos tamizados por la cultura y la religión occidental. Debido a ambos aspectos permitirme no compartir estas escenas en Caminando por la Historia.

Mas info:

ancient-origins

fotografiandoviaje

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lacreenciaenlaultratumba

 

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