16 abril, 2024

De entre todos los pueblos prerromanos de la Península Ibérica, los celtíberos, han sido presentados por la historiografía del siglo XX, como los mejores garantes en la defensa de los territorios peninsulares, ante el mayor enemigo que el Mediterráneo había conocido. Su resistencia a ser conquistados por la República romana, y en especial la protección de su capital Numancia, les ha valido este reconocimiento. Debido a esto, son también uno de los pueblos que más interés han despertado, entre historiadores, o simplemente curiosos que se acercan al conocimiento de los hechos más relevantes de nuestro pasado.

Murallas de Numancia
Murallas de Numancia

Fuentes para el conocimiento los Celtíberos.

Lo más cercano a las fuentes primarias que se conservan de los celtíberos provienen de los autores clásicos. El primero que se hace eco de la existencia de las tribus celtíberas fue el historiador griego Polibio, que, en su Historia Universal nos presenta a estas, como guerreros mercenarios al servicio de romanos o cartagineses en las guerras púnicas. Le siguen Tito Livio y Estrabón ambos coetáneos al primer emperador romano Augusto. El primero de ellos, uno de los historiadores más importantes de Roma, nos vuelve a relatar la participación celtíbera en la guerra del mediterráneo entre Roma y Cartago. Al mismo tiempo, su coetáneo, el geógrafo griego Estrabón fue el primero en localizar las diferentes tribus celtíberas sobre el mapa de Hispania. Aunque hubo varios autores más, es necesario destacar por último a Apiano, el escritor romano nacido en Alejandría, gracias al cual conocemos los detalles que encumbraron a los celtíberos como defensores de Hispania, en su lucha contra los romanos en las denominadas guerras celtíberas (180-133 a. C.).

Tras la caída del Imperio Romano de Occidente, tendrán que pasar muchos siglos hasta que llegue el interés por el mundo de los celtíberos a las aulas de Historia. A pesar de algunos intentos entre los siglos XVI-XVIII, podemos considerar al político e historiador aragonés de finales del siglo XIX, Joaquín Costa, como el hombre que rescató del olvido en las fuentes clásicas a los celtíberos.

Pero todo pareció cambiar a principios del siglo XX, la arqueología entra en acción y se empiezan a descubrir los antiguos poblados celtíberos. Adolf Schulten, el arqueólogo alemán, que antes de enfrascarse en la titánica labor de descubrir la mítica Tartessos, y gracias a una beca, llegó a Numancia en el año 1902. Tres años después inicia las excavaciones que duraron hasta 1915. Al insigne alemán le siguieron grandes arqueólogos españoles de la talla de Pera Bosch Gimpera o Blas de Taracena.

La dictadura española llevó a un receso de los estudios sobre el mundo celtíbero. Si más no, sobre el conocimiento imparcial de los hechos. La historiografía de posguerra se empeñó en presentarnos el origen centroeuropeo del pueblo celtíbero. Autores como Martínez Santa Olalla o Almagro Bosch, influenciados por las teorías germanas, se dedicaron a alejar el origen de los pueblos prerromanos, y por lo tanto de España, del mediterráneo y del norte de África.

Afortunadamente con la llegada de la democracia, los catedráticos de Historia de nuestro país volvieron a poner sus ojos en la Celtiberia. Dejarme poner como ejemplo al Catedrático de Prehistoria y miembro de la Real Academia de la Historia, el zaragozano Francisco Burillo Motoza, que ha dedicado gran parte de su obra al estudio de los celtíberos, desde que en 1980 nos presentara su tesis doctoral dedicada a ellos.

El hueco en las fuentes.

Todas las fuentes relatadas nos han proporcionado gran cantidad de datos para el conocimiento de los celtíberos. Como por ejemplo que bajo el mismo vocablo común convivían diferentes pueblos, como los titos, pelendones, lusones, lobetanos, belos o los arévacos defensores de Numancia. Gracias a las mismas, también conocemos que construyeron sus poblados en las cumbres más elevadas y fáciles de defender, pese a lo cual se vieron obligados a reforzar sus defensas con murallas y torres defensivas.

Distribución de los antiguos pueblos celtiberos.
Distribución de los antiguos pueblos celtíberos.

Basaron su economía, al contrario que otros pueblos prerromanos, en la ganadería. Principalmente se dedicaron a la cría de ovejas, cabras y vacas, sin descuidar un aspecto importante como fue el transporte tanto de mercancías como de personas, de ahí que en sus establos no faltaran burros, asnos, bueyes o caballos. Su pobre agricultura, debido a las complejas condiciones climáticas, la basaron en los productos de secano, como el trigo y la cebada. Completaron su economía con la minería, gracias a la posibilidad de los minerales que ofrecían las montañas del Sistema Ibérico. Tampoco descuidaron la producción de una rica cerámica, y una excelente metalurgia, dedicada a la orfebrería y especialmente a la producción de armas, desde los escudos redondos, a las falcatas celtíberas, pasado por todo tipo de lanzas y puñales.

Báculo hallado en las excavaciones de Numancia.
Báculo hallado en las excavaciones de Numancia.

Tras nacer como la clásica sociedad guerrera de la Edad de los Metales, los celtíberos fueron evolucionando al son que proporcionó el aumento demográfico y el tamaño de los poblados. Estos últimos se acabaron convirtiendo en pequeñas ciudades como Numancia, en las que cambió su sistema político hacía un modelo más representativo. En ellas aparecieron las diferentes asambleas, de ancianos o jóvenes, que decidían sus representantes, incluidos los propios jefes militares.

También conocemos que practicaban una religión politeísta basada en la adoración de los dioses relacionados con la naturaleza. Contaron con el fuego como elemento purificador, un aspecto que denota su pasado indoeuropeo. Despedían a los suyos a través de la incineración en pilas funerarias y sus cenizas depositadas en grandes necrópolis. Los mejores guerreros que tenían la fortuna de encontrar la muerte en la batalla, eran arrojados a los buitres para que su cuerpo ascendiera a los cielos.

Pese a todos los conocimientos que tenemos de la Celtíberia, todavía nos queda un hueco muy importante de llenar. Su escritura semisilábica de origen celta indoeuropeo no ha conseguido ser descifrada, a pesar de haber sido hallada en diferentes soportes, como la cerámica o las téseras de hospitalidad. Este aspecto unido a la falta de un registro arqueológico estatuario, u otra forma representación gráfica, nos ha llevado a la falta de conocimiento de los propios celtíberos. Hoy día solo conocemos el nombre que los romanos le pusieron a algunos de los jefes militares a los que se enfrentaron, como por ejemplo Caro de Segada o Retógenes.

Recreación del interior de una vivienda de Numancia.
Recreación del interior de una vivienda de Numancia.

Lubbo, un celtíbero esclavo de Roma.

Un aspecto que afortunadamente hoy día nos resuelve la narrativa histórica, el género literario que se afianza en el romanticismo del siglo XIX, y que hoy día cuenta con un gran número de lectores, ávidos de conocer nuestro pasado. En nuestro país, afortunadamente tenemos destacados ejemplos, como el que hoy os quiero presentar.

Antonio Teruel Fernández, madrileño licenciado en Historia por la Complutense de Madrid, y apasionado de la Historia Antigua. Que nos presenta en su novela SERVUS a Lubbo, un joven celtíbero, hijo de un jefe guerrero, que después de enseñarnos los entresijos de la vida en la Celtiberia, nos transporta a la vida de un esclavo en Roma. La historia de este personaje, es la historia de muchos celtiberos que por la fuerza abandonaron las recónditas tierras meseteñas, con sus montañas, sus ríos, o sus verdes prados estivales, por los oscuros bajos fondos de la ciudad más importante del mundo en aquellos momentos.  De todos los momentos que nos describe Antonio Teruel, sin duda me quedo con su magistral descripción de la llegada de un niño del mundo rural a la gran urbe romana.  Nos os cuento más, os invito a descubrirlo a través del siguiente enlace.

2 comentarios en «Celtíberos esclavos en Roma, (las otras fuentes de la historia).»

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