29 marzo, 2024

Pocas figuras de la historia antigua han influido como Alejandro Magno en la mente de emperadores, reyes, o estrategas de las diversas épocas históricas. Podemos decir que Alejandro tuvo un sueño y lo demás lo vivieron por él.

Alejandro Magno, el joven rey de Macedonia (22 años) partió de Pella la capital del reino en la primavera del año 334 aC., en su mente viajaba la venganza contra los persas, aquellos orientales que tanto daño habían causado a sus vecinos griegos. Además con ello conseguiría librar de persas las colonias griegas de Asia Menor, para devolverles su supuesta libertad soñada.

Para ello contaba con ejército creado por su padre Filipo II. No era el más grande de todos, a lo sumo 19.000 hombres a pie, es decir su célebre falange macedonia ataviados con la “sarissa”, una lanza de más de cuatro metros. Junto a ellos unos 4.000 hombres a caballo y 7.000 arqueros. Además de los “hetairoi”, el cuerpo de élite y guardia personal del rey, con sus miembros elegidos entre la aristocracia macedónica. Frente a ellos 80.000 soldados persas, entre autóctonos y mercenarios, además del mítico ejército personal del rey de persa de “los diez mil inmortales”. Pero estos últimos no contaban con la personalidad más deslumbrante que dio la historia antigua, Alejandro Magno.

Reconstrucción de célebre mosaico de Alejandro Magno
Reconstrucción de célebre mosaico de Alejandro Magno

Tras echar la vista atrás, su ejército, era con lo único que contaba el líder macedonio cuando partió camino de Asia. Los griegos nunca le aceptaron como su rey, a lo máximo comandante supremo de la Liga de Corinto, creada también por su padre y en la que había destacadas ausencias como los espartanos. Tampoco fue bien recibido en Asia menor, ciudades como Mileto, o Halicarnaso opusieron resistencia al supuesto libertador. Pero nada detuvo a Alejandro Magno, las batallas de Gránico, Issos y Gaugamela encumbraron  al mayor conquistador que la historia había conocido, sus dominios llegaron hasta el río Indo. Entre los territorios adquiridos  impresionantes ciudades como Babilonia y culturas milenarias como la egipcia.

Once interminables años al frente de su ejército le pasaron factura. El 13 de junio del año 323 aC., (según otros el 10 del mismo mes). Alejandro murió en Babilonia,  envenenado, por malaria, o víctima de una leucemia, aunque vete tú a saber si no fueron las tres cosas. Lo cierto es que el hombre murió al mismo tiempo que nació la leyenda, la historiografía se tiño de la misma. Su sueño de un mundo unido ha sido utilizado por personajes de todos los periodos de la historia, desde Julio César a Napoleón encumbraron la memoria de Alejando Magno.

El nacimiento de la figura real griega.

Tras la muerte de Alejandro Magno una nueva forma política inundará el mundo que el conquistó. La cultura griega se mezclara con otras milenarias como la de Oriente Próximo y Egipto para acabar conformando una serie de territorios, denominados reinos helénicos, con unas características definidas, pero también con personalidades propias.

Curiosamente la mayor institución política de la historia de la cultura griega desparecerá de estos territorios. La Polís griega, la ciudad estado que controla un pequeño territorio anexo tanto desde el punto de vista  político, como económico, dará paso a grandes reinos. Donde el antiguo poder supuestamente democrático de los ciudadanos se perderá para siempre sometidos a los designios de un monarca. Este último pasará a ser el señor poderoso que todo lo controla, sin duda la figura de Alejandro Magno, el discípulo de Aristóteles es el principal responsable.

Aristóteles y Alejandro Magno
Aristóteles y Alejandro Magno

La figura real pasa a invadir todos los territorios de la sociedad helenística, se convierte en Dios griego y en héroe homérico. A partir de ese punto ya no está al nivel de los ciudadanos, sino al lado de los dioses, por lo tanto será visto como el salvador y protector de su pueblo. Pero también se debe al mismo, por lo que se pondrá al frente de los ejércitos, el rey griego se convertirá en dirigente de las huestes. Quién no quiera ver la figura de los emperadores romanos, en la visión del mundo que tuvo Alejandro Magno, es que no quiere abrir los ojos.

Las ciudades griegas como modelo urbano.

Otro de los aspectos más interesantes del mundo que cambió Alejandro Magno, fue la forma de vida de las tierras conquistadas, tanto a nivel de urbanización de los territorios, como de la composición de las nuevas ciudades helenísticas. Estas proliferaron especialmente en el continente asiático, ya que en Egipto solo hubo dos nuevas Alejandría y Ptolemaida. Su primera misión era convertirse en ciudades militares para el control del territorio, luego ya le llegaría la función económica de control de rutas comerciales y cobro de impuestos. Pero sobretodo se convertían en el escaparate ante el mundo helenístico, del poder de los nuevos monarcas.

Los terrenos conquistados a los indígenas pasaron a disposición  del rey helénico. Este repartió los territorios entre los colonos griegos, que se asentaron en las mejores ciudades, tanto de nuevo cuño, como las sustraídas a los rivales. Las de nueva construcción contaron con el tradicional trazado hipodámico, y fueron dotadas de todos los edificios públicos; palacios, mercados, ágoras, biblioteca o gimnasios. Todos ellos entre enormes mansiones de los nuevos funcionarios al servicio del estado.

Pergamo
Pergamo

De todas las ciudades la que mejor resume el nuevo concepto de ciudad helenística es Pérgamo. La ciudad situada en Asia Menor y muy cerca del mar Egeo, se convirtió  con los sucesores de Alejandro Magno, en una de las más esplendidas del Mediterráneo. En su acrópolis destacan el espectacular altar de Zeus, la Biblioteca y especialmente el Palacio de los Atálidas, verdadero símbolo de la tradición helenista. Tras bajar de la zona alta, sus habitantes pudieron disfrutar del más impresionaste de los gimnasios, de todos aquellos que nos obsequiaron los sucesores de Alejandro Magno. Por si fuera poco la ciudad se lleno de artistas de todos los rincones helénicos, desde escultores, pintores, musivarios, etc.

La expansión de la cultura griega.

La ciudades relatadas fueron las encargadas de transmitir la cultura griega, es necesario destacar que los griegos eligieron las mimas para vivir, mientras el mundo rural se convirtió en el hogar de los indígenas. La alta posición económica de los griegos fomentó el acercamiento a la cultura, pero no solo eso, el importante cambio social de alejamiento de los ciudadanos de la política, acercó a los mimos a la literatura o al arte.

Además contaron con el mecenazgo de los reyes helénicos, dispuestos a rodearse de los servidores mejor preparados. Para ello invirtieron en los denominados templos del saber, bibliotecas, museos, escuelas, o talleres inundaron las nuevas ciudades helenísticas. Aunque sea una evidencia, ¿quién se puede olvidar de la Biblioteca de Alejandría?

Con todo ello el camino quedó expedito para la aparición de destacados escritores, entre ellos los poetas griegos de nuevo cuño. Así como historiadores que además de preocuparse del pasado griego, nos dieron a conocer pueblos milenarios como los babilónicos y especialmente la rica cultura egipcia. Filósofos, como los estoicos que impregnarían con su particular forma de ver la vida a muchas generaciones posteriores. Junto a ellos físicos, médicos, astrónomos e impresionantes genios como Euclides o Eratóstenes. En definitiva un mundo donde las ideas no se escondían y viajaban sin fronteras.

El reparto del Imperio de Alejandro Magno.

Todo este mundo unido por las ideas helénicas, había sido soñado por el conquistador macedónico. Pero desafortunadamente apenas pudo llegar a disfrutarlo. En su lecho de muerte dejo bien a las claras que conocía el futuro, y que además este no estaba muy acorde con sus anhelos. El Imperio conquistado nunca se mantendrá unido, sus últimas palabras así lo presagian; “mi funeral será un baño de sangre”. Por cierto una frase muy acorde, con  la decisión de quien iba ser el heredero del Imperio, tras ser preguntado sobre esta cuestión respondió con un lacónico; “el mejor”.

De esta manera comenzó la carrera para repartirse el Imperio de Alejandro Magno, casi cinco décadas y dos generaciones tuvieron que transcurrir para poner un mínimo de orden en los territorios conquistados.

Los primeros repartos de los diádocos.

Se conoce como los diádocos a la primera generación de sucesores, es decir a los generales que viajaron con el propio Alejandro. Su número se acercaba a la veintena, pero no todos obtuvieron la misma relevancia en el futuro de los reinos helenísticos. Por cierto como el mismo predijo,  la ambición de sus hombres llevo a la lucha sucesoria.

La primera decisión fue repartir las 34 satrapías conquistadas a los persas aqueménidas. A cada uno de sus generales se le encomendó la administración de un determinado número de las mismas, pero todos los territorios seguían supeditados a una misma persona. El elegido fue Pérdicas, que once años antes partió junto a Alejandro desde Pella para conquistar Asia. Mientras un hermanastro del conquistador, un tal Filipo, se haría cargo del verdadero sucesor del líder macedónico, el hijo que todavía no había nacido.

Pero parece ser que las designaciones no contentaron  a todos, en especial los poderes que fueron atribuidos al regente y que podían dejar sin parte del pastel a los demás. La primera de las batallas entre ellos tuvo lugar en Egipto, donde había sido trasladado el cuerpo sin vida de Alejandro Magno. Pérdicas fue el diádoco que abrió la lista de fallecidos, traicionado por uno de sus generales en concreto Seleuco,  le siguió unos meses después Crátero.

Con lo que se hizo necesario una segunda decisión, esta tuvo lugar tras la reunión de diádocos en la ciudad siria de Triparadisos. De ella surgió un nuevo líder el anciano Antípatro, un viejo conocido del padre de Alejandro Magno y que parece ser que hasta aquel instante nunca había salido de Macedonia. Además uno de los pactos surgidos aquel día daba el control de Babilonia, una de las zonas más importantes del Imperio, a Seleuco el más joven de los diádocos.

Pasaron cerca de diez años de ininterrumpidas disputas, pero sin grandes cambios en lo referente a lo que parecía el asunto principal, el heredero del Imperio. El siguiente hecho que cambiará el rumbo definitivamente fue la designación de uno de los hijos de Antípatro, Casandro, como  sátrapa de la parte europea y por lo tanto protector del joven Alejandro IV. En el año 310 aC., Casandro mandó a asesinar al heredero, fue el fin del sueño de Alejandro Magno, pero el inicio de los reinos helenistas y de la expansión desde oriente a occidente de la particular forma de ver el mundo del rey macedónico.

El último periodo de ese siglo IV aC., asistimos a las últimas disputas de los diádocos para asentar definitivamente sus reinos.

  •  Ptolemeo parece ser que tuvo el camino más plácido en tierras egipcias.
  •  Casandro se hizo fuerte en la antigua capital macedónica, para mandar sobre los territorios primigenios.
  •  Seléuco se mantuvo firme en los milenarios territorios de babilónicos y sirios.
  •  Lisímaco se centró en conservar los territorios que unían los dos continentes, es decir Tracia y Asia Menor.

El último de ellos, Antígono, corrió peor suerte al ser la victima de la última gran batalla entre los diádocos. La Batalla de Ipsos en el año 301 aC.,  donde los tres últimos es decir, Casandro, Seléuco y Lisímaco se repartieron sus territorios.

Situación tras la Batalla de Ipsos

El turno de los epígonos.

Es evidente que no todos los reinos conocieron el mismo ritmo sucesorio, pero el nombre de epígonos designa a la segunda generación de herederos de Alejandro Magno, que siguieron comprometidos en la lucha por los restos de su Imperio. Al menos hasta la muerte en el 281 aC. del último diádoco Seléuco.

El principal foco de conflicto fue Macedonia, la patria de todos y huérfana de un líder tras la muerte de Casandro y la expulsión de sus hijos. Dos nuevos protagonistas se sumaran a la escena, Demetrio, el hijo del defenestrado Antígono proclamado rey de Macedonia por el ejército. Frente a él en una especie de guerra civil, Pirro, el osado monarca de Épiro.  La disputa es aprovechada por un tercero, por el diádoco Lisímaco que tras su alineamiento junto a Pirro consiguió desbancar a Demetrio y así seguir engrandeciendo su reino, al menos momentáneamente.

Demetrio
Demetrio

El último protagonista de los repartos llegó tras la desaparición de los dos últimos representantes de los diádocos. Primero Lisímaco y después Seleuco dejaron vacía la lista de los compañeros de Alejandro Magno y por primera vez las fronteras de su imperio fueron puestas en peligro. Concretamente fueron las del norte de Macedonia, que fueron invadidas desde el año 279 aC.,  por diversas  tribus celtas. Su salvador Antígono Gónatas un hijo de Demetrio, que establecerá tras su victoria ante los celtas definitivamente la dinastía Antagónida en los territorios de Macedonia.

De esta manera y tras más de medio siglos de batallas, desde que Alejandro Magno partió de Pella, se establecieron los grandes reinos helenísticos. Antigónidas en Macedonia, Seleúcidas en Asia y Ptolemaicos en Egipto, serán sus más destacados representantes, y por lo tanto los encargados de transmitir el ideal y el legado que Alejandro Magno dejó al mundo.

 

Son muchas las publicaciones que pueden servir para complementar esta historia, por ejemplo esta, una gran síntesis de la vida del genio Alejandro Magno:

Más info:

Historia Universal II, el mundo griego, Pilar Fernández Uriel, Ed. Uned, 2007.

La guerra por el Imperio de Alejandro Magno, Robin Waterfield, Ed. Gredos, 2012.

2 comentarios en «El mundo que nos dejó Alejandro Magno»

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