28 marzo, 2024

Landscape

Hoy nos trasladamos a los últimos días de la primavera de 1944. En concreto a la localidad portuaria de Weymouth, situada en la desembocadura del rio Wey, en el sur de Inglaterra. Precisamente paso a la historia durante la Segunda Guerra Mundial, debido a los persistentes bombardeos de la Aviación alemana, el motivo la ubicación del Fuerte Nothe una de las sedes de la Marina Real Británica.

Esos días el puerto de Pórtland era un auténtico hervidero, entre los acorazados, cargueros, y barcazas de invasión paseaban gran cantidad de simulados turistas, entre ellos Robert Capa, con su única arma, una cámara fotográfica.

Robert Capa.

Estamos ante uno de los mejores reporteros gráficos de guerra de la primera mitad del siglo XX. Sus imágenes han ilustrado algunos de los conflictos más importantes del siglo pasado, desde la Guerra Civil Española, a la Guerra de Liberación entre árabes y israelitas y por supuesto la 2ª Guerra Mundial.

Pero Robert Capa no es un personaje real sino un personaje inventado por una joven pareja de judíos. En primer lugar Endre Erno Friedmann que nació en Budapest  en 1913, desde muy joven se interesó por la fotografía, dado la falta de recursos en su ciudad natal decide emigrar para buscarse la vida como fotógrafo. Primeramente recala en Alemania desde donde tiene que huir por las primeras persecuciones de judíos dirección a Paris donde llega en 1932.

Endre Erno Friedmann

Allí será donde conozca a Gerda Taro nacida en 1910 en la ciudad Alemana de Stuttgart, desde donde tiene que huir a Paris por idéntico motivo que Endre. Desde la llegada a Paris establecen una doble relación, por un lado la sentimental y por otra la laboral. Dada la falta de trabajo, la discriminación femenina de Gerda, y el escaso rédito económico de los encargos, deciden la invención del personaje en cuestión. Robert Capa un fotógrafo norteamericano que empieza a recibir trabajos por parte de las mejores publicaciones del momento, en definitiva este último tenia mejor cartel que dos jóvenes judíos.

Gerda Taro

Así de esta manera les llegó el encargo de varios medios para participar en la Guerra Civil española, donde sus vidas cambiaran para siempre. Tras empezar a trabajar juntos se separan en mitad del conflicto, será a partir de ese momento donde se reconozcan los meritos de la joven fotógrafa. Todo ello antes de encontrar la muerte durante la escapada del ejército republicano,  tras la derrota en la Batalla de Brunete y en un terrible accidente.

Camino del Día D.

Tras conocer un poco mejor a nuestro personaje, volvemos a la acción de la 2ª Guerra Mundial. Concretamente a la mañana del 5 de junio de 1944 y a bordo del USS Chase encontramos a Robert Capa. Camino del mayor desembarco de la historia, aquel que los aliados habían proyectado para llegar a Francia y así poder hacer retroceder a las fuerzas Alemanas.

Mientras los soldados juegan a los dados o escriben cartas en la cubierta. En el gimnasio y sobre una improvisada mesa, se encuentra la maqueta de la costa de Francia. Encima de ella los planificadores resuelven los últimos preparativos del desembarco. El barco atracaría a 10 millas de la costa, para que las múltiples barcazas llevaran a los soldados hasta la misma. En realidad en ese momento se toma una decisión crucial para nuestro personaje, este viajará en la barcaza del Coronel Taylor la que mejor visión tendría del desembarco, y la que más posibilidades de protección ofrecía a  Robert Capa.

Preparando el desembarco.

Trascurridas unas horas, y mientras nuestro personaje junto a algunos soldados disputaban una partida de póker, llego la orden para preparar el abandono del barco. Eran las dos de la madrugada, tras revisar todo el material, que incluía la incómoda máscara de gas o el chubasquero Burberry entre multitud de pequeños detalles de supervivencia. Robert Capa y los soldados de asalto se dispusieron a tomar el que para muchos sería su último desayuno, no faltaba de nada, salchichas, huevos, bollos o café.

A las cuatro en punto, 2000 soldados en completo silencio estaban en la cubierta del USS Chase. A partir del primer rayo de sol empezaron a salir las barcazas en dirección a la costa. El trayecto se hizo eterno para Robert Capa, entre el agua que entraba, los vómitos de los soldados y las detonaciones lejanas, nuestro personaje preparó su Contax para lo que se presagiaba.

El desembarco de Normandía para Robert Capa.

El contramaestre abrió la plancha de acero de la barcaza, justo frente a ellos aparecía la silueta de la costa francesa. Los compañeros de viaje de Robert Capa saltaron rápidamente de la misma, entretanto las metralletas alemanas hacían fuego por doquier. En ese mismo momento el fotógrafo hacia la primera instantánea del desembarco, posiblemente habrían sido más, si Robert no hubiera sentido una patada en el culo grito de: “tenemos que cerrar”.

El camino de la barcaza a la playa necesitaba de cobijos para eludir el fuego alemán. Después de un par de ellos pocos seguros, Robert Capa se escondió tras uno de los tanques anfibios que los alemanes acababan de inutilizar, ese precisamente será el lugar elegido por el fotógrafo para acabar con el primer carrete.

El siguiente paso consistía en llegar a la playa, ya que era imprescindible tomar instantáneas desde la misma arena. Allí, junto al soldado Larry, encontró el cobijo de una pequeña zanja protegida por la inclinación de la playa. Por si no tenían bastantes enemigos, otro se unía a la contienda, la marea del Atlántico les empujaba hacia el fuego enemigo. Robert Capa sacó la segunda Contax de la mochila efectuado continuamente disparos con la misma, el panorama que describió fue de botas mojadas, caras verdes, tanques quemados y barcazas hundidas por todos lados. En ese momento los ojos del desembarco dieron por hecho su trabajo. Robert Capa, el hombre que fotografiaba las guerras, confesó que aquel escenario superaba con creces cualquiera de los que hubiese visto con anterioridad.

La vuelta de Robert Capa al USS Chase.

Si el viaje de ida había sido duro, al de vuelta había que sumarle el trabajo de socorrer los heridos y de colocar a los muertos. Las últimas instantáneas fueron para estos compañeros de viaje y para los que habían servido por la mañana los desayunos. Aunque en el caso de estos últimos, en una situación bien diferente, con la bata blanca llena de sangre tras el enorme trabajo de enfermería. Robert Capa decidió dejar al lado su cámara para sumar esfuerzos, pero tras ello ya no recuerda nada más.

Se despertó la mañana siguiente junto a un cartel de que decía “por agotamiento”.  Junto a él el único de los conductores de tanques anfibios que logró sobrevivir a la primera oleada, la que precedió a la llegada de la infantería. Al poco rato llegaron de vuelta a Weymouth, allí se entero de varias cosas, entre ellas que varios fotógrafos habían sido incapaces de abandonar las barcazas. Por lo tanto, las únicas imágenes de la primera invasión eran aquellas que viajaban junto a él, en el interior de sus Contax. Robert Capa, o Endre Erno Friedmann, como prefieran, fue recibido como un héroe, y que a su disposición se puso el primer avión que surgiera camino de Londres.  Pero el pensamiento del fotógrafo estaba en las playas de Normandía, tras mandar revelar los carretes, se subió al primer barco que volvía hacia las costas francesas.

Una  semana después se demostró que las fotos de Robert Capa eran las mejores del desembarco. Pero el terrible error del ayudante de revelado, que aplicó un exceso de calor,  nos privó de ellas para siempre. De las 106 que tiró nuestro protagonista solo 8 de ellas tenían una calidad aceptable, el resto aparecieron corridas y la culpa fue a parar al fotógrafo. El miedo de Robert Capa le hizo temblar el pulso, fue la respuesta de la empresa encargada de dicho revelado.

Para terminar comentar que en 1947 y junto a otro de los grandes reporteros de guerra, David Seymour, fundan la agencia de fotógrafos Magnum. Como se puede comprobar las imágenes exhibidas en este artículo corresponden a dicha agencia. Pero os animo a encontrar muchas más en el siguiente enlace:

magnumphotos.com

Mas info: M. Leguineche y G. Sánchez, Los ojos de la guerra, Editorial Plaza&Janés, 2001

1 comentario en «Cuarenta y ocho horas con Robert Capa en el día D.»

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